Hay veces que hay que tratar, aunque uno no quiera, con los talibanes de la memoria que a como dé lugar imponen su criterio; aunque te maten… Esto había yo anotado ayer en un borrador para comenzar mi página de hoy, pero confieso que no puedo continuarlo, no sé cuál era el desarrollo de tan terrible premisa. Tuve unos sueños que lo remojaron todo, unos sueños largos e historiados, de esos que no se pueden reducir a escritura y todo me amaneció deslavado; hoy no sé casi nada de mí. Me temo que tengo que comenzar de nuevo.
En esta “Denuncia pública”, pues, me apego lo más posible a un lenguaje que ya se ha usado mucho y trato de utilizarlo con el mismo sentido con el que está ya cargado, sin intentar sorprender ni pasarme de listo. El uso de lenguajes determinados por materias les agrega sentidos y valoraciones con que van ya adornados y uno no tiene más que aprovecharse de ellos. Pretendo, eso sí, rasgar la tela de la simulación y la hipocresía con el filo que puede tener el cuchillo de la verdad: ya nadie mira al cielo y a los niños se les enseña nada más a ver de frente, hacia el televisor. Para que el discurso transcurra por los carriles de la poesía no necesita parecerse a los discursos de la poesía, se puede parecer a cualquier cosa siempre que tenga la intención de ser un poema. Éste en particular lleva escondida la ponzoña con que nos quiere envenenar: la mayor parte de los niños del mundo ven el cielo, ¿por qué los nuestros no?
Me hubiera gustado, ahora que lo pienso, tocar en el poema la otra dirección de la mirada, la mirada hacia abajo. A mí siempre me decían cuando era niño que no fuera mirando el piso, que mirara alto, pero había tantas cosas importantes en el suelo, tantas formas, tantos materiales, tantos colores y tantísimos mensajes, que no podía ni quería levantar los ojos; eso empecé a entenderlo cuando leí libros de aventuras y supe que sólo viendo lo que está escrito en el suelo se pueden seguir las pistas que dejan los demás. Los navegantes, en cambio, saben que sólo viendo a las estrellas se puede llegar a puerto.
DENUNCIA PÚBLICA
Comparezco en pleno uso de mis facultades,
por mi propia voluntad libre y sin coacción conocida
para denunciar el expolio que han sufrido las nuevas generaciones de personas
a quienes se les ha sustraído de manera alevosa el cielo,
representado por el manto de las estrellas que eran patrimonio universal
y que uno podía ver, valorar, poseer, medir, contar,
usar como quisiera cada noche,
incluida la rogativa mágica por nuestro amor particular,
los deseos, las inasibles sorpresas fugaces,
el cómputo de todas las imaginaciones posibles
y la percepción de la medida propia,
siempre y cuando no lo impidieran los nublados
y que hoy en día,
con excepción de los especialistas
en las capillas cerradas de los observatorios
y de los millones de pobres en estado de miseria
en los infinitos poblados que carecen de luz eléctrica
en la parte no considerada del mundo,
ya nadie puede ver,
además de la prevaricación que en la educación pública
constituye la omisión de enseñar a los niños
a mirar hacia arriba,
por lo que firmo con nombre verdadero,
sin alias ni encubrimientos con los que pueda decirse
que escamoteo responsabilidades de conducta
y exijo una reparación general, abundante, oportuna y suficiente,
encabezada por los organismos internacionales.
Escúchalo:
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