Jugo de carne

Acá no se acostumbra el jugo de carne (en España, digo) pero Roberto Beltrán me lo tiene prescrito para combatir neutropenia y anemia, que son las hermanitas flacas que se ponen a veces, cuando nos descuidamos, en la puerta de mis venas e impiden el paso de la quimioterapia; porque, claro, dice el doctor Jiménez, si te damos el medicamento, estás tan disminuido que… No se te puede dar. Pero la verdad es que un tazón de jugo de carne diario hace que uno sienta enseguida el rigor del alimento.

Es así: en un frasco pongo digamos que un cuarto de kilo de pescuezo de ternera picado, una poca de cebolla, un diente de ajo, un tomate chico, una rama de perejil, todo desmenuzado y revuelto, una hojita de laurel, una pizca de tomillo, sal y pimienta (y por aquello de la nostalgia, un pedazo de chile verde). Aprieto la tapadera y meto el frasco bien cerrado en una olla con agua para que se cueza en baño de maría. Hora y media después, abro el frasco, escurro el contenido, que es una bomba alimentaria deliciosa, y me lo tomo caliente en un tazón como si acabara de llegar de un viaje brutal por el desierto, o como si viniera de pelear con unos molinos de viento y este fuera el bálsamo de Fierabrás.

Y parece que por equilibrar la dieta, o quizás el paisaje, me tiene indicado comer ensaladas verdes. Pues órale, me digo, ¡al hierro!, y saco la ensaladera para mezclar espinacas, rúcola, endivia, lechuga, apio y unos arbolitos de brócoli pasados por agua hirviendo durante un minuto (ahora porque no tenía, pero también berros, canónigos, escarolas); sal, una pizca de azúcar, aceite y vinagre, cebolla, aunque no sea verde, y no faltan unas pasitas, unos piñones, unas nueces desmenuzadas, porque así comer es más una fiesta que una receta a que me obliga el doctor.

Hay textos que no requieren ninguna explicación, son tan claros y transparentes como conjugar el verbo más cálido del idioma. Sobre la conjugación de lo mejor que puede haber se impone el destino último de todas las cosas, sólo que el verbo, la acción, lo vuelve voluntario y evitable: humano.

Claro que el ejemplo vibrante, anaranjado fluorescente, lo tenemos hoy en Irak, pero durante el Siglo XX se repitió hasta el hartazgo, hasta mucho más allá de la nausea. Los fascismos, la imposición del comunismo, la Guerra Civil, que ahora parece añorar la derecha española que ha recomenzado a negar la democracia, Vietnam, la Guerra Sucia del Cono Sur, las guerras post coloniales de África… Irak, Irak, Irak…, en lugar del dulce nombre de un país hoy suena como un revoloteo de aves carroñeras.

CONJUGACIÓN

Yo amo,
tú amas,
él ama,
nosotros amamos,
vosotros amáis,
ellos matan.

[audio:http://www.alejandroaura.net/vozpoemas/SeEstaTanBienAqui/L2007AAura34conjugacion.mp3]

A veces, un libro de poemas puede ser también manual para panfletarios y pancarteros. Avívense.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba