Casi acabamos el libro. (Pero vamos a empezar otro, no os apuréis.) Yo creo que nunca tuve la suerte de tener el mismo día a tantas personas que leyeran mis poemas y dudo que muchos otros poetas la hayan tenido. (A lo largo del tiempo sí, claro que sí, o en una lectura pública, pero leyendo el mismo día… Bueno, sí, por supuesto: los suplementos literarios de los periódicos; pero ahí los lectores no van directo o en exclusiva al poema; no van y buscan sino que el suplemento viene con lo demás del diario.) Claro que no es mérito mío sino del medio; pero qué medio sorprendente es éste que puede convocar a tanta gente al mismo tiempo y no es que diga que este blog en particular tiene muchos lectores sino que los blogs en general pueden lograr este prodigio.
En el caso del poema de hoy, me encanta que empieza como un bolero, sin que evoque a ninguno en particular -desde mi pobre conocimiento del género-, para salir inmediatamente después con el golpe en la nuca de un conejo. Otra cosa que me entusiasma es que pude usar con naturalidad una palabra que jamás había escuchado en la boca de nadie y la oí en el conductor de programas Iñaki Gabilondo en un noticiario de tv.:
lábil.