Palenque de poetas

Hemos pensado Julio Trujillo y yo hacer un mano a mano poético, un palenque de poetas; ponernos en un estrado con nuestras obras completas a la mano e ir leyendo en forma alternada como respuesta a la lectura del interlocutor: Ah, ¿tú dices eso? pues a propósito yo tengo este poema que… E irnos asestando picotazos con la esperanza de que los espectadores puedan celebrar el rito y disfrutar de la poesía. No hemos discutido tanto los términos del acto ni hemos puesto reglas o restricciones, hasta ahora todo ha sido la celebración de la idea y el juego. Nos han impedido varias cosas llevarlo a cabo: agenda personal o pública, tareas impostergables, temas de salud o puentes y feriados inoportunos, pero cualquier día de estos lo pondremos en ejecución.

Claro que en este caso sólo será sacar prendas del costal o de la caja de sorpresas, como prestidigitadores que llevan escondidas las palomas un poco ateridas de inmovilidad incómoda, como suele pasarles a los poemas que se quedan guardados mucho tiempo sin que nadie los lea, y no habrá ese cálido riesgo que hay en los enfrentamientos de improvisadores y repentistas, como los encuentros que se hacen en la Sierra Gorda de Querétaro o en Cuba o en Tlacotalpan, en los que los poetas decimeros se van dando respuesta unos a otros a propósito de lo que improvisan, pero ese, la verdad, es otro oficio cuyo ejercicio se aprende y se practica a su manera. Lo nuestro es elaborar la pieza fuera del tiempo, a solas, atenida a sus propias reglas y tenerla lista para salir a lucir cuando haga falta o cuando sea posible.

Ya lo haremos pronto, el día menos pensado. Quizás convenga hablar entonces de cosas como la iniciativa de la Escuela de Escritores de que los políticos adopten una palabra en peligro de extinción. Desde mi punto de vista eso puede ser relativamente útil en España pero en América Latina sería una práctica ociosa: qué necesidad tiene el idioma, tan sano, tan robusto, tan prolífico, de que le andemos cuidando los pelillos que se le caen. Tal vez sería mejor mandar a los niños y a los jóvenes peninsulares a convivir con los latinoamericanos por temporadas, o armar programas de convivencia en serio con los cientos de miles de latinoamericanos que viven en España, o poner en los programas de educación pública un acervo mayor de literatura proveniente del montón de países que en América hablan un español tan rico, tan vivo, tan variado… Bueno, hay días así, que está uno errático y no acierta con lo que dice, no encuentra la almendra del carozo y nada más enseña el inútil roer al rededor. Nimodo.

Contrario al de ayer, que tenía infinitas lecturas y juegos de espejos, este poemita de hoy es más bien un aforismo que juega con los distintos valores de la palabra pasa poniéndolos a frotar unos con otros hasta hacerlos ligeros y volátiles. Es un poema que camina. Acaba lo que tiene que decir, voltea la cara y se aleja aparentemente distraído, como si no hubiera que atender a nada más.

RUDOS

En fin
no pasa nada
hasta que pasa
y cuando pasa
pasa.

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