¡Qué noche!

Ahora sólo quiero dormir, dejar de saber lo que fue la noche: naufragábamos, navegantes, no podía yo controlar la barca de mi adolorido cuerpo; todo era equívoco y tortuoso, punzaba y daba miedo, y no había adónde llegar, no había amanecer ni puerto en perspectiva. Sólo quedaba la profundidad como destino.

Yo espero que este fármaco sea tan eficaz como maligno. Es poco lo que puedo decir esta mañana. Tendré que ser discreto y breve y me acomodaré a las circunstancias; un día más, o dos días más. Ya tendré tiempo de explayarme y contarles imágenes que se me atravesaban cada vez que intentaba despertar y veía el reloj: ¡ya, ya, sacúdete, sal de allí! Pero el dolor me lo impedía.
Pensaba en el poema que tenía que aparecer y se me ocurrían montones de cosas que contarles. Pero no puedo. Mañana. Ténganme paciencia.

VECINOS

Nada ha de mejorar en mi escritura
el que me asome al pozo de la huerta
de la casa de Lope de Vega a una ventana de distancia
de la casa en que vivo
a un lado de la churrería y piense
con temblor emocionado que muchas mañanas de verano
como ésta el Fénix en camisa
de esa hondura sacó cubos de agua
para regar unas plantas por él cultivadas aquí
y que ya tampoco están.
No ha de mejorar mi escritura
pero mi corazón se alegra.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba