Arranque de semana

¡Alto! ¡Alto, poeta! ¡No te precipites! Hay tiempo para todo y sobre todo para leer versos. Ya vendrá el día en que tranquilamente comiences la publicación de los poemas de Júbilo -tan bonito título, tanto que te gusta- y tendrás todo el espacio que necesites. La página se llenará de ojos atentos que querrán leer tus poemas, gente de todas partes del mundo se acomodará atenta en su butaca para disfrutar: alguien en Santiago -única capital de América en donde nunca estuviste- abrirá una botella de vino, se servirá un vaso y se dispondrá a leerte. Una chiquita en Cochabamba, acomodada a su soledad graciosa, tendrá paciencia para el poeta mexicano que está siendo leído por un joven en Beiging. Una estudiante en Utah o en Wisconsin habrá de armonizar su criterio con el de una joven poeta de Caracas. Un muchacho en Filipinas estará atento al modo de comenzar tu libro que está leyendo un amigo en Milán. Y una paciente señora en Dinamarca se pondrá frente a la pantalla para ver de qué se trata lo que está leyendo un señor en París. No comas ansias. Lo que se vaya a quedar, se quedará de todos modos y lo que es desecho olerá feo antes de lo que te imaginas.Esto me decía yo anoche porque estaba ansioso de preparar la portada de Júbilo y de teclear la brevedad del primero de sus poemas -me acabo de dar cuenta de que ya no tengo el original en la computadora: misterio de misterios, pero como ya está publicado no hacía falta conservarlo-. La verdad, estoy nervioso. La presentación mañana de Se está tan bien aquí me tiene inquieto. No porque tenga dudas acerca de lo que escribí -imagínense, a estas alturas- o de lo que vaya a decir Julio Trujillo, sino porque vienen amigos desde lejanos destinos y no quiero ser mal anfitrión. Y el gusto me excita, compréndanme. Y como quiera que sea, aunque por lo pronto no tenga curso inmediato, era mi libro de despedida, y eso a cualquiera le puede. A ver si no resulta que es una presentación inaugural.

En fin, con estos sobresaltos y sofocos estoy. Quién puede comenzar así la publicación amorosa y cuidada de un libro que ya durmió bajo muchas almohadas. El ejemplar que yo tengo tiene anotaciones, crucecitas, manchas, dobleces irredimibles e historia personal. Ténganme paciencia; de allí voy a sacar día con día los poemas que habrán ustedes de leer en los que siguen. Y les voy a contar todo lo que recuerde de cómo, a qué hora, por qué, para qué, con qué los escribí. Sé que a ustedes eso no les importa pero comprendan que en alguna parte tengo que ponerlo. Y este es mi diario íntimo. Cuándo han visto un diario que no contenga las más inútiles informaciones.

Lo que sí me urge consignar es que ya apareció Marcos Límenes. Alguien leyó mi reclamo de la semana pasada y le avisó, y recibí una carta llena de cariño de Marcos. No se imaginan el gusto que me dio.

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