En la poesía lírica uno dice lo que quiere y no lo que debe; los demás no están atentos a lo que decimos; literalmente nos tiran a locos. Otra cosa sería si interpretáramos la voz de los demás y tuviéramos que dar cuentas de nuestra imaginación. Aunque aquí, por ejemplo, lo que hago es darle el protagonismo al deseo: la voluntad transforma lo que le da la gana. Y eso, en realidad, debería ser parte de la épica.
CIRUELA
¿Quien fabricó la más sabrosa de las ciruelas?
No fue el árbol
que erguido impone su monumental,
monumental
soberanía;
él fue medio nomás, vehículo de hombre,
cerezo equívoco, tipo peral
con disimulo,
cosa de fábrica y disfraz.
¿Pero por qué está tan sabrosa la ciruela?
¿Quién la hizo?
No fue el árbol con todo y su belleza
el artífice de esta posición divina
que transforma las cosas a su gusto.
Ha sido el gusto, pues. Y el que lo tuvo.
¡Qué ciruela!
Escúchalo: