Página nueva

No sé qué buscaba conmigo el sueño, el caso es que me esperó hasta poco antes de que me viniera la hora de despertar para crearme una imagen que no traduzco todavía: me habían invitado a una reunión de negocios para que considerara yo la posibilidad de ser inversionista en una empresa que un conocido, a quien yo le suponía seriedad, estaba emprendiendo. Tenía que ver, me parece, con remodelar una casa que había sido mía y dejarla a todo lujo, supongo que para sacarle mayor provecho. Ya tenía listo un complicadísimo sistema de iluminación para los exteriores, y alfombras y muebles antiguos para patios y demás espacios al aire libre; yo lo que tenía eran ganas de hacer pipí y por eso descubría las intenciones del hombre de negocios al meterme con la prevención de quien conoce la casa por dentro: me parecían buenas pero de mucho riesgo, y algo me hacía desconfiar. Me levanté a desahogar y aquí estoy, comenzando otro día de trabajo.

Ayer fue raro. No me dio hipo; parece que ese efecto se anuló por esta vez. Me sentí un poco desguanzado pero comí con buen apetito; para tercer día de la quimio no estuvo nada mal, y ningún otro síntoma incómodo. Pero fue raro. Luego de cinco meses de hacer lo mismo todas las mañanas en un espacio conocido, soleado, cómodo, que mi ciberchiquita me tenía hecho, estaba sin página y amaneció invadido mi lugar de trabajo. Milagros estaba furiosa; yo, desconcertado. Quiero decir que me importaba más mi azoro que la posible ira, que no sentí. Desconcierto, azoro y algo que se podría llamar piedad, aunque me sorprenda mucho decirlo; no piedad por los pobres terroristas equivocados, sino una misericordia compartida por los cientos de mensajes solidarios que recibimos, un dolerme cogido de tantas manos, por algo que nos pasa. Pero la emprendimos luego luego. Ella es previsora y tiene archivado todo el contenido del blog desde el primer día; en una nadita abrió esta nueva página para que pusiéramos el primer mensaje, el que informó del desaguisado, mientras yo lo mandaba por correo. A ratos, porque la vida está llena de cosas que hay que atender, nos sumergíamos en las complicaciones de la nueva página para tratar de abrir las puertas desconocidas, los caminos distintos.

Y sucede que ya tenemos página nueva; ya la productora la vestirá de gala, sabrá cómo ponerle adornos y buscará cómo reinstalar las glorias del pasado. Las trece mil setecientas visitas que llevábamos en el antiguo cómputo seguirán con nosotros en una serena confirmación de solidaridad atenta. Los poemas, que ahí están, son tres libros ya publicados. Y va de nuevo. Ahora resulta que sólo se perdió un formato. Hace calor de verano pero está corriendo un airecillo fresco. Por los cubos de luz -los patios internos- suben las voces de los niños que no se han ido a la playa; juegan y lloran, alternativamente, como hacemos todos.

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