Yo creo que ya alguna vez les conté en estos mismos anales que en casa bebemos cotidianamente un vino que nos recomendó hace años una amiga de Milagros y que guarda una magnífica relación calidad precio. Es un vino de la región riojana de Labastida, en la frontera con el País Vasco; tiene como inconvenientes que lo venden sin etiqueta, como si fuera hechizo, que no tiene denominación de origen y que sólo me mandan el pedido a casa si pido al menos diez cajas. Pues las pido, qué me duran. De tres a cuatro meses y vuelta al pedido. Cuando estaba aquí María Cortina se llevaba una o dos cajas de cada entrega y eso nos aminoraba la culpa; ahora cargamos con ella solos. Pero si se piensa bien, no es tanto, ciento veinte botellas; si abres una cada día para comida y cena –porque nosotros, al contrario de lo que aquí se acostumbra, comemos y cenamos en casa casi todos los días- tienes abasto para cuatro meses, pero no faltan los días, por fortuna, en que los amigos nos acompañan y entonces se descorcha otra botellita u otras dos…
Y andándonos, pues, paseando por esos alegres campos, vi de pronto anunciado en carretera el camino a Labastida. Veníamos por una tierra feraz, copiosa de viñedos orgullosos de sus racimos que pronto se vendimiarán y revelarán su secreto; será el agua del Ebro, serán las pendientes onduladas del paisaje, será la mano de los que siembran o será el sereno pero el caso es que cada año el vino sale distinto. Ojalá que este año sea uno de los grandes; cantemos y glorifiquemos a Baco. Oh Bromio, Bromio, escúchanos loarte a los que andamos por la carretera a cien por hora en promedio por lo que en menos tiempo abarcamos más, para celebrarte, el territorio donde despliegas tu poder divino; que tus bacantes alegren tus gustos y te hagan sabrosos sacrificios y homenajes y tu alegría perversa y carcajeante toque estos campos para que sean óptimos sus frutos y su sabor te halague y al encantarnos celebre tu poder.
Perdone, señor, ¿usted sabe en dónde quedan las bodegas Ibisate? Nos anduvieron trayendo para un lado y para otro del pueblo hasta que dimos con ellas. El propio señor Ibisate está afuera cortando unos sarmientos. Hola, señor; nosotros somos unos clientes suyos de Madrid que le compramos por teléfono desde hace como cinco años; andábamos por aquí paseando y decidimos buscar su bodega para conocerla. Ah, pasen, ¿van a llevar vino?, metan el coche para no cargar. Y nos baja a la bodega; nos abre dos botellas distintas para que probemos; nos habla del oficio; le compramos una caja de una cosecha tal que nos recomienda luego de dárnoslo a probar; hmmm, delicioso. Bueno José Mari, pues nomás pasábamos; en el próximo pedido que te hagamos te encargaremos unas cajas de éste y otras del de siempre. Venga, que les vaya bien. Seguro con éste –se refiere a Fernando con quien ya hizo rápidas migas- no se aburrirán en el camino. No, Josemari, nosotros jamás nos aburrimos; tenemos la alegría metida en el forro de los entusiasmos. Hasta la próxima.
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