La última de Tarantino

Empieza por el final: the end es la clave para comenzar a reírse, a aplaudir, y aquellos muy intelectuales, a reflexionar y discutir. Desde mi punto de vista como humilde espectador que va sin querer al cine -sino que nos salimos a caminar un poquito y nos quedó de paso la provocación: ¿qué? ¿nos metemos?, pus órale, death proof, de Tarantino; ya ni se toman la molestia de traducirlas, total, nos las aprendemos en inglés-, desde mi punto de vista, digo, es demasiado larga, reiterativa y con poca acción a pesar de ser una película de pura acción. Un ejemplo raro de película de acción aburrida. No sé cómo interpretar el título (contra muerte), por eso era bueno que les pusieran nombre en español, pero ya para qué; vamos a tener que empezar de nuevo con la experiencia del cine al que cada vez nos gusta menos ir. Va todo de regreso porque Tarantino ha puesto un punto final. Después del fin de la película vemos el desenlace fatal propinado por el pie de una de las chicas en la cara del ilustre protagonista, seguido de lindas fotografías de muchachas bien peinadas, típicas gringuitas de los sesentas y setentas. Una nostalgia también fuera del tiempo. Un mundo que se acabó. Lo que fue femenino no volverá a ser. O, lo femenino no volverá a ser esto.

Debe estar en todas las ciudades del mundo exhibiéndose al mismo tiempo, así que todos en el planeta tenemos una misma experiencia simultánea. Ahora, que cada quién la vivirá de acuerdo con los elementos con que interpreta las cosas que suceden; o que podrían suceder, como ocurre en la ficción. En todas las ciudades del planeta en las que han logrado que sus productos cinematográficos se impongan sobre cualquier producción local, digo, porque creo que hay algunas en latitudes muy remotas en las que se han resistido y ahí, aunque llegue mi blog, no tendrán la experiencia compartida de haber visto la última película de Tarantino y no entenderán mis pros y mis contras: es larga, de trama poco interesante y de un transcurrir tan lento que decepciona, aunque su lenguaje siga siendo único y ejemplar, y el ojo con que Quentin mira a las mujeres sea asombroso: notables aunque hagan un papelito, cómo sabe mirarlas, cómo les descubre la belleza y la sensualidad desde adentro del alma y la saca a la pantalla.

Lo mismo que la violencia. Muchos pretextos argumentales había en las otras –porque yo las he visto todas, me encantan-, aquí ya no, y ese es el defecto, según yo. Aquí hay dos secuencias de historia similares en las que plantea un modo de proceder con unas consecuencias determinadas, y otra posibilidad, que rubrica con un the end magistral. Un stunt man pervertido, arquetípico, feo pero con una fuerte carga de simpatía y con una gran cicatriz en la cara, propietario de un coche arreglado para hacer escenas de gran violencia en el cine, se divierte estrellándose contra el coche de un grupo de chicas que por supuesto acaban destrozadas, muertas todas. Se apresta para repetir la experiencia, que es lo que le calienta, pero las chicas le resultan preparadas y dispuestas a enfrentarlo. El pobre hombre se derrumba cuando se da cuenta de que han dejado de tenerle miedo y van tras él en sus mismos terrenos. Las escenas impactantes de persecuciones de coches atruenan la sala y machacan los oídos de los pobres espectadores. Las mujeres son como cualquier héroe de historieta, indestructibles, elásticas, implacables. Y acaban con él. De igual a igual, sin subterfugios –de eso trata la película-, se sitúan por derecho propio en el territorio moral de la violencia.


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[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070908auralaultimadetarantino.mp3]

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