La corbata

Van ustedes a decir que es una frivolidad, y quizás tengan razón. Pero yo creo que no. Y lo creo porque me he fijado que desde hace mucho tiempo atiendo al lenguaje que transmiten las corbatas de los presentadores de noticias, de los políticos y de los personajes públicos. Hagan ustedes de cuenta que la corbata es un letrero que cada uno se pone abajo del cuello con instrucciones y datos acerca de su identidad. Mi mujer y mis amigos, que una que otra vez ven conmigo las noticias, se extrañan de mi obsesión con el tema. Como es una prenda que no tiene ninguna utilidad sólo puede leerse como expresión de personalidad. La corbata no sirve para nada. Pero indica. Y todo el mundo la usa: los políticos, principalmente; los conductores de programas; muchos escritores; la mayoría de los académicos, sean del área que sean; todos los que tienen que ver con los asuntos financieros del mundo, y todos los que aspiran a ser respetados socialmente. Hasta los futbolistas cuando tienen que salir en televisión durante sus desplazamientos internacionales, nada más que a ellos no los dejan elegir, los uniforman. Esa tira de tela anudada bajo el cuello de la camisa es un código de barras.

Ayer presentó su candidatura oficial a la presidencia de España Mariano Rajoy, el líder del Partido Popular, de derecha, que perdió las elecciones anteriores. Su presentación vino a ser, según sus malquerientes, precipitada porque dentro del partido se le han alborotado muchas aspiraciones a sucederlo que lógicamente lo deben tener incómodo y ha decidido cortar por lo sano declarándose, con la aclamación de todos los asistentes al acto, faltaba más, candidato para los próximos comicios, en marzo, a la presidencia de gobierno de España. En su discurso dijo entre muchas cosas más o menos propositivas, que él podía formar cincuenta gobiernos de España mejores que el actual del PSOE, el partido rival que le ganó las elecciones anteriores y está gobernando. Cosa curiosa y un poco esperpéntica, diría Valle Inclán, porque una descalificación tan drástica sólo la justificaría una debacle en el actual gobierno y en la situación del país, que nadie ve. Excepto sus estrategas, por supuesto. O él, si es que no les hace caso.

Pero yo, que no tengo nada que que ver con eso, regreso a mi obsesión: la corbata. Llevo mucho tiempo afinando mi criterio. Observo y juzgo evaluando cada vez el significado de la prenda de acuerdo con los elementos simbólicos del entorno. Ofreceré mis servicios como asesor internacional y quizás acabe ganando lo que nunca he ganado en el inútil oficio de poeta que elegí. Desde este foro, ya, me propongo a las mejores causas (o a las que quieran contratarme por lo pronto -ya escogeré yo las que me parezcan más legítimas-) como asesor y crítico de corbatas. Sobre todo las que se usan en los momentos estelares, cuando va de por medio la declaración que define. En todo caso, puedo dar mi punto de vista desde el vestidor y quien me contrate tomará sus propias decisiones. Lo que sí es que si me llama el PP y me llevan a opinar acerca de la apariencia de Mariano Rajoy para el anuncio de su candidatura a la presidencia en el seno de su partido, estoy seguro de que diré: quítenle esa corbata de caramelo con rayas rojas sobre fondo claro que a gritos está desdiciendo todo su discurso con un simpático simular de payasito.


Escúchalo:
[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070911auralacorbata.mp3]

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