Lo que va de ayer a hoy

Conque dos camisas y dos pantalones iguales, ¿no?, mezclilla como los muchachos, fácil de lavar, según tú que no tienes que planchar; la lavada la hace la lavadora pero ¿la planchada?, porque te darías cuenta de que hay que echarle más brazo, más calor, más rocío y más tiempo; y ya con eso te sientes soñado, que reconquistaste la juventud, que quitarte corbata y camisa blanca –bueno, ya ni se usan blancas, ya nomás tú de conservador te las ponías; de conservador y de molón, porque mantenerlas blancas tiene su chiste- te da licencia para sentirte nuevo o libre, o lo que quieras sentirte con ese afán que te dio de dejar de parecerte al que fuiste tanto tiempo, ese señor eficaz, rápido, de gesto simpático y nervioso, útil, medianamente vestido, porque has de reconocer que siempre, por más que te dabas cuenta, te dolía el codo para mandarte a hacer las camisas a la medida o para ir a las sastrerías que te constaba que podían vestirte como dios manda, y andabas masomenitos.

Y ese tema con el que saliste el otro día, ¿de cuándo acá te ha dado por criticar las corbatas de los demás?, ni que las tuyas fueran las non pelustra; aunque sí, si uno se asoma a tu armario, en donde están colgaditas como pollos muertos –ya sería bueno que las jubilaras, que se las pasaras a alguien que vaya en ascenso antes de que se pudran o que las llevaras a una de esas tiendas de ropa de segunda mano, mano-, se ve un estilo, un gusto sobrio, una cierta uniformidad en lo variado; pero no vas a decir que mientras las usabas hacías una reflexión profunda cada mañana para ver cuál te ponías según los compromisos de tu agenda o el iris de las damas con quienes tendrías la oportunidad de encontrarte. Bueno hubiera sido que te tomaran fotos vistiéndote, para que se te quitara lo criticón.

¿Y eso de los zapatos de tela tipo alpargatas desde cuándo te dio? Porque qué esperanzas, si desde muchacho te ponías unos zapatones que se notaran, que te duraban hasta que se acababan, y tú muy orgulloso progonabas el bajo precio, porque ahora no vas a negar que comprabas calzado recio de minero en los mercados del bajío y que luego, ya más mayorcito, te dio por los botines Piletas que empezaste a comprar en el mercado Arroyo de la Plata, en Zacatecas, que bien que te atrevías a ponértelos hasta con traje con todo y lo amarillos y pesados que son, más baratos que lo más barato que se hubiera podido encontrar nunca en Liverpool o en El Palacio de Hierro, excepto aquellos bostonianos Hugo Boss que estaban rebajados de la rebaja y vueltos a rebajar de la mitad a la mitad y te los compraste porque de plano. Con esos sí que te sentías jet set, el junior de la Fortuna. No que ahora con tus alpargatitas de cinco euros no sé a quién quieres impresionar. Y peor cuando te veo venir del mercado con esas fachas y arrastrando tu carrito del mandado.

La verdad es que ayer me dejaste con el ojo cuadrado, cuate, ¿este es el que conocí? ¿tan gacho lo ha revolcado la vida, me dije para mis entrañas? ¿no te gustaría dejar a un lado esa demagogia de la apariencia y volverte a engalanar como solías cuando tu mundo era lino, lana, pana y algodón? Tienes todo para hacerlo, y hasta mejor de lo que era. Nomás es que quieras.

Sí, le dije, sígueme diciendo porque siento bonito.


Escúchalo:
[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070917auraloquevadeayerahoy.mp3]

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba