Viajar

Muy difícil es acomodar irse al aeropuerto y tomar un avión a México adentro del esquema o de la idea de viajar; ya casi que llega uno, le dan un somnífero, lo desintegran y lo materializan de nuevo en otro lugar. Viajar, Magallanes, Colón, Marco Polo, los diez mil de Jenofonte que se fueron caminando de Grecia a Persia y se regresaron igual, cargando en algunas bestias –que cuando hacía hambre se las tenían que comer, para colmo- sus armas y toda su impedimenta, con sus chicas de servicio sexual que los seguían y el botín que iban recogiendo en el camino; más de seis mil kilómetros a patita; pero esto de ahora es más bien una ilusión, la concreción de un sueño de la ciencia ficción del siglo pasado. Te ponen un rato en una sala de espera llena de tiendas y cafeterías y luego te meten a otra sala de espera incómoda y alargada en la que, sin embargo, te dan de comer y beber, te ponen películas y te prestan una mantita para que te duermas un rato, mientras hacen la brujería. Y ya está, ya atravesaste el Atlántico, miles de kilómetros, una buena rebanadota del pastel de la tierra te la echaste al buche sin darte cuenta.

Y cada vez vuelve a pasarme igual. Pienso que no se han descubierto las papas, tan durables, sabrosas y nutritivas; que llevamos cebollas, ajos, pan que se enmohece, harina para fabricar más si es que hay tahonero, un poco de cecina, algunos jamones que se administran como si fueran de oro, habas y lentejas que se cuecen sin gracia y unos cuantos animales que enflacan en el camino porque se marean y aborrecen el pienso y a los que cada vez les comemos menos; nada de verdura porque a los tres días se agosta y sí algunas barricas de manzanas que el capitán escatima; higos secos y olivas, y párale de contar. Se acumulan las semanas desde que salimos de Palos. Agua y nubes o estrellas y el ruido de la quilla rompiendo despacito el agua. La luna que se achica y desaparece y luego vuelve a crecer nos engaña siempre y nos quita el sueño y el sol nos confirma el horror. Ni mentiras que contarnos porque ya las conocemos todas; si acaso alguno inventa un recuerdo nuevo y nos lo narra y luego nosotros lo vamos repitiendo durante días en distintos rincones del barco, cada quien a su manera. De repente veo algo que me parece sólido en el horizonte, estoy de vigía en la cofa, llevo un rato haciendo recuento y maldición del viaje. ¡Tierra!, grito con todas mis fuerzas, ¡tierra! Me llamo Rodrigo de Triana, para que no se les olvide.

Ándale, eso sí es viajar. Porque luego viene bajarse del barco y recorrer a pie todo lo que se pueda, y encontrarse con cosas desconocidas, con seres que no acabamos de saber si tienen alma o son vertebrados nada más. No digo que sea bonito pero eso sí que es viajar; hartarse de verduras y frutas después de probar y desconfiar de todo. Y tener que regresar por el mismo camino. No que mi boleto dice que salimos a las dos y llegamos a las cinco y tantos del mismo día, de continente a continente. ¡Ah, chingá! ¿tres horas y feria? No señor, es que nos comemos siete en el camino, ¿no ve que vamos siempre hacia el encuentro con el sol? Díganme, ¿qué falta para que nos den un somnífero, nos desintegren y nos materialicen en otra parte? Viajar, ¡bah!


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[audio:http://www.alejandroaura.net/voztextos/20070919auraviajar.mp3]

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