Hoy domingo no trabajo

¿Qué pasa si el hombre de la bitácora despierta y no tiene ganas de anotar nada? Es domingo, piensa, y aunque quisiera no ser afecto a las costumbres religiosas, comprende que algún día se tiene que desconectar, hacer algo distinto, olvidarse del trabajo. La imagen de Jehová descansando después de seis días de afán infatigable para separar la luz de las tinieblas, las aguas de la tierra, el miedo de la alegría, y todos los demás contrarios que haya separado en esa semana para desbastar el caos y con ese material construir el universo, le da al hombre del diario un cierto repeluz porque usar la metáfora le parece poco serio pero no tiene ganas de pensar en algo más complicado. Para colmo el domingo no amaneció tan luminoso como sería de desear; los domingos tienen de por sí la responsabilidad de calentar a sol despejado los fríos de toda la semana. Y amaneció nublado.

Y no nada más: los trinos de los pájaros tienen que aumentar y el color de las flores está obligado a ser más intenso; el perro debiera ser más gracioso y obediente y los ruidos de la calle relacionarse con cosas festivas, diferentes del resto de los días. Pero resulta que lo que oigo es el pregón del gas que acaba de pasar en la voz de un par de hombres que lo gritan a todo pulmón. Yo no sé si nosotros necesitamos gas pero mi hijo, que es el señor de la casa, está dormido y no me parece cómodo despertarlo en domingo para preguntarle si hace falta gas. ¿Y si saliera y les dijera que vengan más tarde?, no, no creo que me hagan caso. ¿Va a querer gas o no va a querer gas?, ¿cómo cree que vamos a regresar más tarde? ¿qué no ve que tenemos que ir a todas las demás colonias que nos tocan? Y ni modo de apelar al espíritu dominical para decirles es que hoy no se trabaja, están ustedes contraviniendo la ley universal del descanso. Mírenme a mí: me levanté y en vez de ponerme a trabajar como todos los días, cogí mis crayolas y me puse a rayonear el cuaderno.

Tal vez en unos minutos el sol, que estaba renuente, salga y se disponga a calentar y a iluminar los globos que los niños tienen que comprar en los parques y a atosigarlos cuando corran detrás de sus respectivas pelotas o los botes de cerveza o de refresco que elijan para patear, y yo tenga que desdecirme de mi apreciación de que es el ritmo del universo el que está flojeando y no yo. Es posible que este domingo sea igual que los de todos los meses que llevo escribiendo este blog sin quejarme y sin buscar pretextos y sólo sea algo de mi biorritmo lo que me tiene desguanzado. Creo que no, que el hombre que hace esta bitácora hoy no tiene gas para hacer nada, dejemos la página en blanco, que los demás comprenderán.

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