Interpretación radiológica

Varias veces he comentado lo buenos que han sido los servicios oncológicos en el Hospital de la Princesa, en Madrid; lo bien que me han tratado médicos, enfermeras y técnicos y lo oportuno que ha sido todo el tratamiento. Pero anoche, durante la cena, se ofreció hablar de un defectillo, que podría ser una rémora seria para darle premio de excelencia: el tiempo que tarda la interpretación de las tomografías por los médicos especialistas en leer placas radiográficas. El resultado de la prueba se informatiza de inmediato pero normalmente su lectura interpretativa tarda de dos a tres semanas porque los especialistas son insuficientes, porque los turnos están mal diseñados, porque los hábitos laborales de los españoles son muy relajados o porque no se dan abasto con la abundancia de trabajo, y parece que no se les ha ocurrido cómo solucionar este pequeñísimo problema que en algunos casos puede ser fatal, porque si tienes algo deveras serio que requiera de una intervención rápida es posible que a las dos o tres semanas ya no la necesites.

No todo en la globalización tiene que ser negativo ni todo a favor de la comercialización de productos o del intercambio de frivolidades, también se puede llegar a acuerdos entre países que ayuden a resolver, mediante la comunicación inmediata, sus cuellos de botella. Supongamos –como suponíamos anoche durante la conversación- que en la India hay técnicos médicos con preparación suficiente para interpretar TACs y les sobra tiempo porque hay exceso de oferta de sus servicios, ¿qué le costaría a España llegar a un acuerdo con el gobierno de la India para que un grupo de estos especialistas, habilitados vía internet, se dedicara a revisar e interpretar cada día las radiografías que enviaran los hospitales españoles? El tránsito de información tardaría segundos; no tendría que ser el cien por ciento de los casos sino un porcentaje que redujera los plazos actuales y no les quitara el trabajo a los intérpretes hispanos, lo que podría ser un obstáculo para contar con el beneplácito de la comunidad médica y de los organismos sindicales.

Según yo -dije, mientras me comía una rebanada de un riquísimo pastel de pera- sería un hit; la ganancia política de quien lograra reducir de esa manera drástica el tiempo de interpretación, sería más que apetecible; una vez iniciado el camino de cooperación internacional a ese nivel, todos los partidos estarían buscando en tal espacio ofertas de campaña. No -terció nuestro amigo que nos hospeda-, imagínate que mandaran las radiografías al Tíbet; regresarían con sabias anotaciones respecto al autocontrol, a la aplicación de la energía del universo a través de los chacras y con recomendaciones para las próximas reencarnaciones del sujeto radiografiado. De una vez. Como valor agregado. De ahí derivó la plática en otros amenos temas pero me quedé pensando en la utopía: tan fácil que será para la globalización sacar de donde lo haya el conocimiento para aplicarlo en donde se necesite, nomás es cosa de organizarse. Y de llegar a acuerdos.

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