Adiós, Habana

Esa es la condición de los viajeros, ir despeinados. Apenas has tenido tiempo de ver un poco, de curiosear por encima la cáscara del fruto que te prometías y ya te está esperando la siguiente estación con sus tentaciones. Como estampas que el dedo pulgar va torciendo y al irlas soltando vuelven a su posición original, pasaron las calles de la ciudad. En la ráfaga se quedó el Malecón y se quedaron los mercadillos de artesanos, la Rampa y los helados Coppelia; Prado y Neptuno se quedó con su chiquita colosal reacomodándose las almohaditas y el chachachá se quedó en el caldero en que fermentan los mitos. Adiós, Habana Vieja, hasta otra vez, cuando ya toda seas la tacita de plata del Caribe. Adiós. Esta vez no bebí ron ni fumé tabaco ni fui al Morro a ver la ceremonia del cañonazo ni oí cantar a Omara Portuondo así de cerquita; ahora fui a los laboratorios que fabrican Escozul y al Centro de Inmunología Molecular a averiguar los tratamientos que tienen para darle callo a lo que tengo yo.

No hubo tiempo para que alguien con voz disimulada me ofreciera un tratamiento de los que no se dicen; será la próxima vez que venga; iré lleno de zozobra a no sé qué cuchitriles más allá del túnel de La Habana en los que se invoquen con el vigor soterrado de la fe fuerzas sincréticas que vengan en mi ayuda desde un más allá que se hermana entre Palestina y Etiopía. ¿Sangre, animales, sacrificios? Vaya, que se activen las fuerzas telúricas, que se sacuda el orden y se enmiende la secuencia de los hechos, que se corrija la mano del destino y se modifique en mí. Otra vez será, y no habré de sacar el bulto intimidado por mi cadena de prejuicios, me dejaré hacer y procuraré conservarme relajado mientras dure el trabajo. Tal vez ya erradicado de mí el cáncer me pregunte por qué no lo quería y yo sea capaz de darle un abrazo fraterno.

No hubo tampoco nada de paladares, esos restaurantes caseros tolerados en los que se come tan sabroso, diario comimos en la casa que nos hospeda, tan sabroso y con tanta generosidad. Y llovió, hizo calor, se nubló, volvió a llover y nunca dejó de hacer calor. El Caribe apabullante y verde.

Una palmada y se acabó La Habana, nos regresamos a México unos días para preparar lo que sigue, que es una presentación de mi libro “Se está tan bien aquí” en el bar Ronda, en Avenida de la Paz 58, el próximo miércoles 10 de octubre a las 7 de la tarde. Vayan apartando la fecha. Yo ahí llegaré y estaré preparado para empezar a leer mis poemas en cuanto la gente esté acomodada y despachada. Mañana, ya desde casa, mandaré un comunicado formal. Hoy, un poco retrasado por causas no todas de la voluntad, publico esta página y me preparo para lo que sigue.

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