Dificultades técnicas

Dentro de poco no se podrá encontrar un cuarto de hotel sin wi-fi, de la misma manera que es impensable encontrar alguno que no tenga televisión, pero como no ha llegado todavía ese momento me veo en la habitación de una hospedería de alta alcurnia en la más señorial ciudad de la República escribiendo y teniendo que ir a otra parte a ponerlo en la pata de la paloma mensajera que lo lleve a sus destinatarios. Ándale, palomita, ve y diles que esto y que lo otro y que llevo clavadas en el pecho las flechas de su silencio. Y eso, me comprendan o no, me retrotrae a la época de las cavernas porque no es lo mismo escribir en frío, en una página que no saldrá de la pantalla de mi computadora mas que trasladado su contenido a un pen drive –disculparán los tecnicismos pero se trata, para que me comprendan, de una paloma intermediaria-, a hacerlo en una página igual de la computadora pero con la conciencia de estar conectado a la circulación universal del internet –una arteria amazónica alimentada con la sangre de todas las palomas mensajeras de los corridos y que ahora trabajan de otro modo-. No se piensa igual porque no se está en las mismas circunstancias; algo adentro de la máquina del pensamiento actúa de una forma en un caso y de otra en otro.

Pero bueno, se cumplió la etapa Zacatecas de esta gira de presentaciones de Se está tan bien aquí. Un público introvertido y respetuoso que se juntó en el patio de la Casa Municipal de Cultura, convocado por el vigésimo aniversario del Colegio de Bachilleres, me escuchó con atención aunque me inhibió con su retraimiento; ah, como si no conociera yo el espíritu zacatecano: lento, silencioso, resguardado, prudente, incapaz de aspaventar, pase lo que pase. Mi amigo de toda la vida, el poeta Sampedro, habló de mí y de mi libro con emoción que entre todos compartimos y bajo unos reflectores que modificaron el ambiente de patio municipal volví a tratar de transmitir a quienes me escuchaban el jugo secreto de la almendrita de cada uno de los poemas. Distinta es la lectura que cada quien hace de un escrito; es distinta también la del autor.

Mañana lo haré en el Museo Francisco Cossío, de San Luis Potosí, en donde tantas veces, con tanto cariño he estado.

Ahora iremos a desayunar y luego a entregar un legado de fotografías de los Hermanos Mayo que el crítico de arte valenciano Manuel García donó al estado para enriquecer su fototeca y luego cogeremos el camino, verde porque tanto ha llovido. Como de costumbre, no alcanzamos a hacer todo lo que el deseo quería, pero nos faltó tiempo y me faltó vigor; subir y bajar las calles de Zacatecas es un trabajo para atletas constantes y yo estoy descontinuado. Pero igual nos comimos una torta de lomo en la Acrópolis y un itacate minero en El Paraíso. Quedamos a deber muchas visitas a muchos amigos; pero mejor, así tenemos pretexto para volver pronto.

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