Me desperté temprano y pude haberme puesto a trabajar entonces en esta tarea tan grata que hago todos los días. Una hora cuando mucho. Plis plas, los dedos en el teclado y las cosas solitas van saliendo. Para una paginita ni siquiera hay que trazarse un plan previo sino dejar correr las manos, que son las que se hacen cargo de lo que luego dicen que dijo uno. No saben ustedes la camaradería, la complicidad que hay entre las manos y la creación; se ponen giritas apenas uno dice sería bueno hablar de tal o tal cosa; ellas, entonces, que han leído y reflexionado mucho más que nosotros, mueven sus admirables tendones y, nerviosas, como muchachas que se están arreglando para un baile, sacan afeites, potingues, papelitos, envoltorios y reservados de donde uno menos se imagina y escriben con humildad y eficacia mostrándole a uno cada línea a ver si está de acuerdo, y cada vez se ríen más y más orientadas lucen a cantar y a bailar. Hasta que todo se hace una fiesta, un exultante ramo de dedos moviéndose sobre las letras. Espérense, espérense, les digo porque las veo desbarrancarse, irse por su cuenta hacia quién sabe dónde -mucho me temo que ni ellas mismas lo sepan-, espérense, locas, vamos a organizarnos.
Amaneció nublado y frío y esta casa es helada, se le meten los chiflones de aire gélido por las juntas que no embonan de todas las ventanas y puertas; por más que se lo dije al arquitecto él echó en saco roto mis aprensiones con el común argumento de aquí no hace invierno, no seas chillón, vivimos en una eterna primavera, ponte un suéter; y luego los jóvenes –que aquí hay varios- como no tienen frío porque andan de aquí para allá, dejan abiertas las puertas para que el perro y el frío entren y salgan. Yo estoy entelerido debajo de las cobijas; saco las manos por lo que ya dije y ellas no parecen padecer lo mismo que yo sino que voltean sus yemas sonrientes a verme como diciendo ¿ya? ¿nos arrancamos? Y solitas se ponen sobre las letras borradas del tablero a juguetear haciendo alarde de que ya se las saben y de que no necesitan que cada tecla se identifique; a lo mejor hasta salen con ellas de noche sin que yo me dé cuenta; es posible que ocurran allí romances y aventuras que ni me huelo.
Está bien, no tenía un plan determinado pero sí idea de lo que íbamos a hacer y ustedes ya ocuparon más de dos terceras partes del espacio; con su irresponsable actitud ya me dejaron sin lugar para exponer alguno de los asuntos que pudieron corresponder al día de hoy. Quería quejarme de la tos que lleva más de un mes y no se me quita; quería reflexionar sobre la duración de este viaje que ya se me va haciendo demasiado largo; quería hacer un balance de alturas sobre el nivel del mar y su relación con los dolores en las piernas; pero para nada me han dejado lugar. Ustedes con su manera chistosita de caerme bien hacen lo que les da la gana por eso nunca he podido ser un escritor serio… Ya, ya, ya, me dicen bajando la voz de terciopelo y dándome palmaditas, ya pasó, ya pasó; no hagas corajes porque luego te nos pones peor; mejor conténtate y vamos a hacer algo divertido, ándale, anímate.