La traducción del sueño

Mientras estaba yo preso en las cómodas catacumbas del sueño era facilísimo enhebrar la secuencia que ligaba tos con explicaciones; su lógica onírica era contundente. Los accesos expectorantes estaban sujetos a un guión perfectamente estructurado en el que se sucedían secuencias diferenciadas de acciones. Venía toser y la escritura que correspondía lo tenía previsto sin alteraciones. Pero transgredí el orden en una de esas: por lo visto estaba previsto que la tos se acomodara a mis movimientos siempre y cuándo éstos fueran para dormir sobre un costado o sobre el otro, pero cuando intenté hacerlo boca arriba algo no permitido alteró la composición de la página y me vino un acceso mucho más intenso. Tenía una explicación: se habían alterado las sílabas del texto -¿qué texto?, el del libreto-; un imperceptible cambio en la acentuación y cuenta de las sílabas había roto la armonía y era imposible continuar tosiendo con moderación; el exceso llegó a las arcadas y me obligó a buscar la falla. Recuperé la cuenta y el orden de los acentos de las sílabas y volvió la tos a su incómodo pero aceptable cauce.

El problema es siempre el mismo, cómo pasas de un lado a otro lo que allá es transparente, continuo y regalado y aquí es una pura boruca de incoherencias que por más que te apliques es imposible ordenar. Toda traducción es difícil, de acuerdo, pero la del sueño a la vigilia es de las peores. A menos que se pudiera conservar la duermevela, ese estado perfecto de la inteligencia en el que todo tiene acomodo. Pero el ojo curioso ya atisbaba luz más allá de los postigos –parece que el sol está rasgando el velo gris que ayer le impusieron al día- y las células iban desperezándose por su cuenta; la lógica impecable del sueño iba oxidándose y haciéndose reacia a ciertas flexiones que le imponía el pensamiento, recién llegado a trabajar. La tos no es música, ¿cómo es que tiene partitura? Y en todo caso, desafinar no la autoriza a tirar los bártulos como muchacha berrinchuda y optar por la vomitada; eso no es más que un chantaje para tratar de arrebatarle privilegios a la vigilia y conservar su arrebujada condición de mimo debajo de las cobijas.

Pero una vez roto el encanto uno sabe sabe que jamás recuperará esas bahías en que placenteramente se movían las barcas ofreciendo destinos imposibles. Te despertaste y se acabó la ilusión, así fuera de oro puro y estuviera cubierta de diamantes y zafiros. Entre más esfuerzos haces para recuperar sus lenguajes más el sueño se te escabulle y con mayor saña se burla de ti tachándote de ingenuo. ¿Otra vez caíste, corderito? ¿No has aprendido que hay reinos que te son ajenos aunque parezcan incluirte en sus engañosas telarañas? Mira: hay una secta macabra que te arrebata por las noches y te usa para todas sus inconfesables maquinaciones. Nunca sabrás qué intenta, qué designios tiene ni por qué se fija en ti. Tú apechuga, y confórmate con las explicaciones que puedes cosechar cuando estás despierto. La tos no tiene partitura. Ve al médico.

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