Pasó la borrasca

La página de oro del poeta…, me quedé ayer, y no crean que fue corta porque no pudiera seguir escribiendo sino que más bien no quería, ya me estaba llamando Milagros a desayunar y estaba yo de un humor poco recomendable. En realidad, no sé en qué estaba pensando con lo de la página de oro, de seguro se trataba de una ironía, del sarcasmo de verme en el estado en que estaba y jugando al blog como un muchacho matutino y lenguaraz. Entre los peores tormentos está el de no dormir. Y llevaba tres al hilo. Pero anoche cambió la jugada; apagué la luz pasadita la una y amanecí a las nueve, no digo que de corrido porque me desperté varias veces pero las despertadas sirvieron para hacer conciencia de que dormía, de que pasaba la noche y yo dormía.

Ah, noche que vuelves por tus fueros, cuenta conmigo entre tus adeptos fieles, déjame ser oficiante de tus misterios y hundirme en los enigmas órficos de tus mundos imposibles; ahí quiero estar –siempre que no haya un pretexto lúdico para escabullirse-, y reposar, y ser un cuerpo normal que se desvanece con la oscuridad y se funde en ella sin pretensiones ni arrogancias; no te deshagas de mí todavía, déjame que disfrute ser ese azogue líquido e imaginar que puedo regresar al cuerpo de la luz a mostrar en los puños abiertos las baratijas doradas de la vida.

Nomás que hoy amaneció espantoso: oscuro como si en los avernos no se hubiera podido llegar a un acuerdo de lo que es día y lo que debe durar la noche, el espacio natural de cada quien -me imagino a las fuerzas cósmicas y telúricas peleando como partidos políticos que se llevan todo entre las patas con tal de salirse con la suya-, y lloviendo. Y de seguro hará un frío espantoso; qué bueno que estamos en casa y con la calefacción encendida; aquí hace todo el tiempo veintitres grados y se puede andar en camisa, o en chandal, que es lo que del otro lado del mar se llama pants.

Y es que, verán ustedes, unas pocas de descomposturas físicas los estragos que pueden hacer en el comportamiento, uf. Y si el clima no ayuda, peor. Tenía yo la intención de hablar de cosas últiles, o al menos bellas, como siempre pretendo, y lo que salía era esa espuma salada y áspera del insomnio, de los dolores clavados, de la repentina desesperanza. La enfermedad estorba. Miren, si piensan tener cáncer no se los recomiendo, es poco creativo, no tiene mucho chiste y para colmo, hace daño. El mayor problema está en el bombardeo externo: te llenan de porquerías que hacen de ti su papalote. A veces no duermes y se te pierde la brújula. Y luego, aunque tengas una responsabilidad y una idea de lo que debes hacer, no eres dueño ni de tus reacciones anímicas y te sueltas diciendo barbaridades sin pies ni cabeza, como esa de la página de oro del poeta.

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