Arqueoblogía

La verdad es que estoy muy sorprendido; en lugar de disminuir aumentan; cada vez hay más lectores de la primera parte del blog, la que hackearon aquellos sedicentes colombianos en julio, y nos obligó a abrir esta otra página. Hay un promedio diario de cuarenta lectores interesados en lo que escribí entre febrero y julio pasados. No sé cómo interpretarlo. Pensé que el blog, como medio, tenía una inmediatez relativa que podría comprender las pasadas páginas recientes y que alguien, por curiosidad arqueológica querría acercarse a esos tiempos remotos de blogspot, pero niguas, veo que aumentan en lugar de decrecer. ¡Cuarenta álguienes distintos diario! Así que a ver, recapacitemos.

Empecé a escribir para acompañar mis poemas porque no tenía editor para el libro último y pensaba que el cáncer podía acabar conmigo en cualquier momento; el cáncer o un piano que me cayera en la cabeza; qué incómodo, me dije, que se quede inédito. Luego lo publicaron y ya embalado me seguí escribiendo diario como en una auténtica bitácora y acabado el primer libro de poemas me seguí con los anteriores. Aunque, no; una bitácora debiera recoger acciones y omisiones de la navegación, datos concretos, rutas y derroteros y yo más bien me he puesto a escribir con entusiasmo un cuaderno de varios temas que se me van ocurriendo y que a veces tienen que ver con sucedidos cotidianos, con mis sueños, con la comida, con mi estado de salud, con lo que estoy leyendo o con recuerdos antañones.

Es cierto que he procurado no escribir al aventón, que las más de las veces trato de acudir al estado de creación –no es el momento para explicarlo pero créanme que lo hago- con objeto de no dejar ninguna página que no tenga que ver con mi manera personal de entender el mundo –por si a alguien le sirve o le divierte- o sin algo que considere que roza de algún modo la verdad y, sobre todo, la belleza.

Y a lo mejor ahí está la razón, quizás haya que seguir esa pista para encontrar la explicación de lo que me tiene estupefacto, de esa arqueología inesperada que llena de gente las veredas y caminos de la antigua construcción pidiéndome que atienda a esos contingentes, que les ofrezca servicios, que no los deje en el desamparo del desierto. Pero no sé qué hacer. Soy tan poco práctico. Y voy a galope todo el tiempo escribiendo lo que sigue. Porque pienso, también, que si me meto a lo mejor lo echo todo a perder, que si me pongo a instalar puestos de refrescos o lugares de descanso, mesones y tiendas de recuerdos, tal vez espante esta afluencia espontánea.

Cuarenta lectores diarios que obviamente no son los mismos porque no hay novedades que buscar, y el promedio ha ido subiendo de manera constante. ¿Qué hago? ¿Alguien puede ayudarme a discernir? Tal vez se encuentren soluciones creativas. Quizás la comunidad bloguera esté interesada en el tema y sin darnos cuenta haya ido madurando el momento de organizar el Primer Congreso Internacional de Arqueoblogía.

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