PATA DE AURA
Tengo los pies incómodos,
me estorban,
se me tuercen las uñas en molesto giro,
los calcetines me aprietan,
me parece que no están en su lugar,
aprisionan con saña mi torturada piel
antes contenta y fresca
y hoy desconcertada.
Y no digo los zapatos
que si alguna vez fueron generosa envoltura
hoy son piedra constante
de inhumanos gestos y torturas.
Debieran andar mis pies en otra cosa,
en kilómetros de calles asoleadas,
en salones de danza,
en diminutos círculos siquiera
de locura cercada y fresca, jardín de aromas,
palanganas de azahares y de rosas
y dedos fragantes de muchachas.
Me molestan, no están bien.
Mi relación con ellos se ha ido al diablo
y doy infortunados pasos a quién sabe qué abismo.
No sé ya si van arriba o van abajo,
y estoy tan confundido que tampoco sé
si el olor ahora molesto de mis pies es semejante
a los prometedores aromas del amor. O qué.
Me estorban y me duelen,
¡diantre!,
me incomodan.
Y no habían sido nunca así los pasos de mi vida.