LAMENTACIÓN POR MIS ZAPATOS
Pobres de mis zapatos,
hay veces que al terminar el día rechinan
y no pueden separarse de mí,
ni siquiera entre sí mirarse y conversar
de las patadas del día,
ya no quieren salir de la fraternidad obligatoria,
están tan integrados a mis cosas
que no saben qué hacer si me detengo.
A fuerza de sostenerme se han ido humanizando,
han dejado de ser originarios
de una remota vaca industrial
que los produjo en piel por metro
y se han vuelto parte de hombre.
Yo mismo no sé qué hacer para quitármelos,
siento remordimientos varios,
obligaciones laborales
y cariño por ellos,
tanto que al separarlos al fin del pie
sometido por el venturoso fin del día
pienso por no sé qué extraños recovecos
en la muerte.