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Un gato negro

UN GATO NEGRO

Ese gato latoso
se ha metido detrás del escritorio
y con su irresponsable vehemencia
de juguetón consentido
ha desconectado los cables de la computadora.

Los hilos de la corriente interna
han dejado de abastecer el fluido
y todo es un silencio de cosa yerta,
un enfrentarse a secas con el vacío,
una sorpresa indefensa
contra los ojos
que apenas se van acostumbrando al día.

Insisto. Oprimo el interruptor.
Necio como un gato
insisto.
Corrobro que en otras fuentes
abunda la energía.
Sólo aquí y ahora no.

El gato orfebre labra
la joya cotidiana del destino
y ese juego inexplicable de la suerte
ha echado a perder mi disposición.

Hoy no habrá poema porque el gato maléfico
impuso su señal sobre mi día.

En efecto, el gato de la casa es negro.

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