VESTIRSE
La ropa olorosa del cajón consagra
la apertura del día.
Los calzones de algodón, buena materia,
entran al cuerpo como animal adicional
y adheridos al hombre
tiran con uno de la dura carreta de la patria.
La camiseta, especie en extinción,
impulsa la bondad, los sentimientos nobles,
la acrobacia espiritual
y cuando se usa de punto y blanca
resguarda al corazón de amores inseguros.
¿Qué me pondré? ¿Cómo hacerme la imagen
del que soy, cómo vestirme
en este bosque de verdades azules,
grises, negras
y blancas mentiras sintéticas y finas?
¿Me pondré estos calcetines?
Difícilmente se encuentran
que no sean de acrilán, sustancia turbia
parecida a la tela
que provoca el sudor sin acogerlo
y agota la esperanza de una vida mejor.
Y ya vestido
apenas si hay reposo para el oculto cuerpo
que bajo tanta cobertura
realiza sus funciones con esmero.
Qué noble la desnudez
que así se ofrece y se oculta
envuelta en los misterios del ingenio.
Sale viva la ropa del cajón y del ropero
para hacer con el hombre lo que quiere.