Guerras míticas

Este fin de semana sólo hubo 18 muertos en las carreteras de España por accidentes de tráfico. Bien poquitos. Mucho menos que el mismo finde del año pasado. Acostados y formados uno junto a otro para ponerlos en sus respectivas cajas de despacho no hacen más que diez y ocho bultos con personas que fueron y ya no son, y que tuvieron distintas edades y fueron a su tiempo crisol de ilusiones y saco de desavenencias. Tributo mínimo y aceptable a los dioses del desplazamiento que necesitan alimentar con algo su existencia. Sin los dioses tendríamos que hacernos cargo de nuestras aberraciones, y qué soledad, qué vacío.

De ellos, de los muertos, tres iban en motocicleta y los tres son componentes prioritarios de la lista pues de la alta cilindrada nadie se escapa. Los otros quince iban cubiertos con la cápsula que tanta seguridad parece ofrecer cuando lo miras por primera vez y te metes en él y te acomodas en su asiento anatómico, ¡qué coche! ¡guau!, todo a la medida, un tablero de mandos que obedecen tus mínimos deseos -como mujeres de ensueño, como machos dispuestos a la satisfacción inmediata-, unos pedales que responden al movimiento de tus pies con exquisita precisión, un olor a materia moldeable que espera fundirse con el olor tuyo. Y cuando los ves en anuncios de la televisión, ¡cómo son de independientes y colosales, cuánto tienen las características de los seres mitológicos! ¡Y es tan fácil comprarlos y tenerlos!

2642, es el cómputo del año; vamos ganando: 270 menos que el año pasado. Nada más en España, porque si contabilizáramos los de todo el mundo la cifra se volvería  curiosa. ¿Alguien tiene idea de cuántas personas mueren al año en la tierra en accidentes de coche? ¿Cien mil? ¿Doscientos mil? ¿Más? ¿Menos? Y a nadie se le ha ocurrido prohibir el automóvil. Ninguna corriente de pensamiento se ha atrevido con esa apuesta revolucionaria. No ha surgido en el mundo una sola dictadura que esté de manera radical a favor de las personas.

Cómo nadie dice: en un ambiente de euforia que ha causado serias inquietudes en la sede de la ONU fueron aniquilados 18 automóviles que ya desde la agencia mostraron su hostilidad en contra de los posibles usuarios; diez y ocho de esas máquinas infernales que tantos miles de vidas inocentes se han cobrado, fueron despanzurradas a mazazos en un terreno baldío en uno de los barrios más populosos y bullangueros del trópico en el que miles de personas festejaron con coros y bailes espontáneos la recuperación del espacio y la destrucción del enemigo. Acto seguido se repartieron cochecitos de mazapán hechos a mano que chicos y grandes disfrutaron al devorar. Para los grandes se sirvió combustíbiri, la famosa bebida a base de cereales y ron que se está imponiendo en el mundo.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba