Abasto de días

Me temo que lo de ayer pueda haber afectado la fuente original y nos hayan cogido mala voluntad, porque hay que ver qué día mandaron hoy, como para confiar en la mano que elige y reparte. Un día francamente horroroso; uno de esos días que uno comprende que a la tierra le puedan ser necesarios porque abastecen de agua y dejan descansar a todo lo verde del proceso de la clorofila: mojado y gris, frío y oscuro, pesado como la concha de un caracol de mucho mayor estatura. La ropa que se quedó en la cuerda del tendedero está completamente desconcertada porque ya tenía un día y estaba seca y ahora chorrea con inusitado desconsuelo sin saber cuándo llegará su redención, pero no imaginamos que reaccionarían de tal manera en la fábrica de días, que, insisto, debe haber decidido tomar represalias por lo de ayer, por la balconeada que le di al primero del año, por haber puesto en evidencia lo que no hay más remedio que considerar como debilidades de carácter, las variaciones de su temperamento. Lo bueno es que sabemos por la experiencia acumulada durante siglos, que la parte mayor de la producción de esa factoría destinada a la península ibérica es de días soleados; si no fuera así qué desolación cubriera nuestras almas.

Pero por algo fue que en tiempos de los dioses se les ocurrió sembrar precisamente en estas latitudes ese huerto que da manzanas de oro; no fue al azar que se hizo por aquí el jardín de las Hespérides al que recordarán ustedes que vino el cabronazo de Hércules a buscar las pomas que le encargó su hermano y se encontró con Atlas que en este extremo carga las columnas del mundo (el frío que ha de tener hoy, el pobre, y sin poder dejar su encomienda); que el único que podía entrar al huerto sin que el dragón de cien cabezas que lo guardaba lo impidiera era el atlante, y entonces Heracles -como le llamaban al fortachón los griegos-, lo cultivó como a paisanito para que le trajera las frutas mientras él le detenía el globo terráqueo. Volvió con ellas Atlas y pensó maliciosamente en quedar liberado de su trabajo dejando a Hércules en ello, pero el muy astuto le dijo que sí, que con gusto se quedaría a cubrir la plaza nomás que le detuviera tantito el globo mientras se lo acomodaba bien. Dejó Atlas la bolsita de manzanas a un lado, cogió la carga y Hércules diciéndole algo así como inocente palomita… agarró las manzanas y emprendió el camino.

Pues en eso confío. Y en que el servicio meteorológico haya avanzado ya en sus estudios y posibilidades y no se quede sólo en la predicción sino que influya de alguna manera en lo que recibimos y pueda mandarnos cuanto antes unos dos o tres días de sol pleno y luminoso con los que veamos el resplandor del horizonte del año 2008. Brillen las manzanas de oro y su dulce sidra nos escurra de la boca, porque imaginarnos que así va a ser el año, como el día de hoy, sería como para tirar la toalla y salirse del ring sin esperar más moquetiza. Qué día.

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