Busco brujo o bruja. Persona con capacidades paranormales que crea poder ayudarme a una difícil curación de la tos. Expongo el caso con la mayor claridad que puedo: según los doctores se trata de una tos irritativa y proviene del roce de un tumor que tengo entre el pulmón y la pleura que estorba a los bronquios y éstos reaccionan con lo que saben y pueden, la tos. Así de sencillo y mecánico es el caso. Ah, pero pinche tos, ya no la aguanto. Anoche, por ejemplo: ya me voy a dormir, quito las almohadas en las que estoy apoyado leyendo, apago la luz y quedo horizontal; pues parece que nada más hubiera estado esperando eso para empezar la máquina de la tosedera, cajum, cajum; cajum cajum. Ahorita se me quita, pensé, no más que se acostumbre a que ya estoy acostado. Pero nada, cajum, cajum. Las tres, las cuatro, las cinco, las seis de la mañana, como corrido antiguo, y cajum, cajum. Una tos seca como un desierto, una tos que no arrastra ninguna flema, ninguna humedad que lubrique los conductos. Si acaso esas grandes bolas de ramas que se hacen en el desierto y que el viento lleva lejos para que dispersen sus semillas en algún lugar mejor que esta desgraciada tierra. Y lo peor es que me duermo a ratitos, veinte minutos, media hora, diez, y vuelta al sonsonete, y cuando me duermo sueño y el sueño era espantoso: resulta que había que cubrir la frente de cebolla rebanada para poder seguir y yo trataba de hacerlo, tenía bastante cebolla de repuesto, pero mi pobre frente estaba ya llena y no había modo de ponerle más; ya estaba frita y como gratinada bajo el aceite caliente y saturado el espacio, así que no me quedaba más remedio que seguir tosiendo.
Aclaro que no creo en brujerías ni en curaciones milagrosas. O más bien dicho, creo que las brujerías y lo milagroso pertenecen al reino de la imaginación, que claro que existe –aunque a veces hay que reconocer que este orden se cuela quién sabe por qué resquicios a los terrenos de lo real e interviene en la literatura y en las fiestas colectivas-; desde que la conocí se me quedó grabada en la memoria la frase gallega: no creo en meigas (brujas) pero haberlas haylas. Y no acudiría al llamado público que estoy haciendo si no fuera porque ya tengo una pena mayúscula con Milagros. La despierto a tosidos. Anoche a las cuatro o las cinco (o las seis, vayan ustedes a saber, porque a todas horas fue lo mismo) estaba, solidaria y generosa, haciéndome unas digitopunturas para ver si cedía el maldito acceso. Hasta que de pronto, ¡pácatelas!, me dormí y cuando desperté, tres horas después, ya no tosía ni nada, como si todo hubiera sido una vacilada nocturna para hacerme ver mi suerte. Pero imagínense ustedes el horror que es dormir en pura morralla, sumar pedacería de minutos de sueño. En el día acabaré por echarme una horita de siesta en algún momento y por la noche volverá el espanto de los cajumes. Así que busco brujo o bruja que pueda ayudarme, pero aclaro que la charlatanería me pone los pelos de punta y me da más tos.