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Despedida parcial

DESPEDIDA PARCIAL

Me despido, digo adiós, muevo mis ojos;
pero las lágrimas que no solté no valen;
no es verdad que sufrí, no es cierto,
no tengo apego ni familiaridad, ni nada.
Tampoco bestia soy, soy hombre
y jugando adivino que miento por oficio.

Mi santidad es enorme: beato Alejandro
tira la carreta
y en ella van los trajes, las pelucas,
las máscaras de viejo, las capas de brocado.
Con paciencia acata
la terrible aventura de partir,
el ratito en que se es con gran fulgor
mucho más amigo, más amante.
Es un muerto el que se va.

No jueguen más, carajo, no se rían;
otros intentan violencias de distinta suerte,
arabescos de llanto y grecas de serpientes.
Y no con esto es menos pura mi honradez.

–Deténganlo, deténganlo;
se burla de nosotros.
Agárrenlo porque es escurridizo,
finge ser,
se alegra de su imagen,
canta,
no para de cantar, no para nunca.

Es muy raro el aire que respiro,
muy nuevas vienen siendo mis pisadas.
En cualquier calle me enamoro
mucho más que en los prados y florestas;
ni me imagino cómo pueda ser
un amor de campesinos. Qué ojete:
con la vara de la publicidad mido mi alma.

Mirta estuvo perfecta en la despedida,
se fue con la nariz roja y sin lágrimas;
las puertas automáticas del tren
me golpearon los hombros;
me quedé en el andén disimulando todo.
No es cierto que sufrí, no es cierto.

De tanto soñar se me reseca el pelo;
también las uñas me crecen con los sueños
y la barba que hiere la sabrosa piel
igual me crece. No hay respiro;
todo lo que no quisiera querer se me sale de la bolsa;
ando como un sensato, acudo a los demás,
les pregunto si saben lo que quiero.

Ando buscando amigos; como bien;
si me da sueño me duermo;
me cepillo los dientes
y fumo con deleite. Estoy salvado.

Oh tibias azafatas,
mariposas,
dadme vuestra dirección, vuestro teléfono,
miradme un poco.
En qué país son los jardines
donde voláis sin uniforme.
Qué clase de muchachitas sois en vuestra casa.
Anden por siempre los coqueteos
rondando vuestra orejas perfumadas
y en vuestra comisuras
tengáis siempre tan perfecta sonrisa.

Malhadada mi suerte si juro en vano,
no pise sino estiércol
y nomás respire miasmas pestilentes.

El edén es triste;
canta afuera del paraíso la tortura.
Soy feliz; lo he sido.
Me compongo al partir; digo adiós;
muevo mis ojos.

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