Me toca cocinar

Me quedo repentinamente mudo. No puedo decir que no y no sé qué decir. No se me ocurre nada. Me dice Milagros, seguramente porque se quiere poner a leer, que hoy me toca a mí hacerme cargo de la comida. No tendría por qué sorprenderme la responsabilidad cuando tantas veces, durante tantos años de mi vida he ido de manera espontánea a la cocina y he jugado y desplegado la imaginación y la capacidad de invención –no la sabiduría, puesto que nunca he podido aprender nada-, para ofrecer al buen prójimo algo rico que llevarse a la boca. Todo es buscar en el congelador a ver qué tengo por ahí guardado y hurgar en la alacena. Poner la palanca en punto muerto, olvidarse de prejuicios y alzar los ojitos al cielo; de seguro vendrá una inspiración y podremos colocar algo en la sartén, aquello en la cazuela, esto en la olla, lo otro en la plancha y auxiliados de cuchillo y tabla no habrá cebolla ni ajo que se resistan ni perejil que se esconda ni pimiento que se niegue a cooperar si es que le ha llegado su hora. Ánimo, me digo.

Ahora recuerdo que hay tantas cosas en la cocina que alcanzarían para preparar montones de platillos que sorprendieran a comensales de toda laya, incluso aventureros. Me acuerdo que hay lechugas de cintura firme recién compradas que pueden configurar cualquier sorpresa y en un pequeño pomo quedaron huevas de trucha o de salmón y hay anchoas y aceitunas y mostaza y queso rallado –y quesos varios, además- y rabanitos y rúcula y pimiento rojo y pasta de ajonjolí. Si sigo echando el periscopio veré muchas más cosas posibles de combinar que están aguardando en el refrigerador, muchas más cosas. La olla ya la tengo resuelta porque ayer puse a remojar frijoles que en este momento voy a echar a cocer con cebolla y sal. Recuerdo que tengo langostinos y cigalas congelados, y gambas, y colas de langostinos, y unas piezas de pollo, y creo que unos bisteces delgaditos; cualquier cosa puede todavía descongelarse, estoy a tiempo. Arroz hay mucho porque compramos bolsas de cinco kilos en la tienda de los chinos, un arroz muy rico que tiene un dejo de jazmín y se deja hacer de cualquier modo.

Y me acabo de acordar de que hay en la alacena unos hongos secos que irían bien con el arroz, y hay algas, secas también, y si se abre la puerta repentinamente brota como un suspiro el olor del azafrán; por no decir los olores de todas las especias que se alborotan como si fuera sábado en la noche y las estuvieran llamando al aquelarre; ah, y en un frasquito tengo una trufa que está esperando a ver en qué la uso, tengo chiles serranos y chiles secos de varios, camarones secos y muchas cosas enlatadas, y los vinagres y aceites están formados en un compartimento listos para participar en lo que se les pida, sin olvidar que en el frutero hay naranjas y mandarinas que pueden aportar algo de su buena voluntad para un sabor compuesto. Y como si fuera un Marco Polo, me he traído de la China (de la tienda) variadas pastas entre las que elegir un acompañamiento. De modo que tendré que vencer el inicial mutismo y acoplarme al canto de esa música en cuyo coro casi siempre me entono y soy feliz.

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