Autoflagelación

¿Te imaginas el daño que puedas haber causado? Cómo no lo pensaste antes de actuar compulsivamente. De niño te debieron haber templado esa alma de campanero que apenas presiente el alba y ya está jalando la cuerda de los talanes. Siempre haces lo mismo, tienes el impulso y zas, te tiras al ruedo como cualquier espontáneo borracho en plaza de pueblo. Lo de menos es que salgas lastimado tú, te sobas y ya está, pero les arruinas la fiesta a los demás y los pones en peligro. ¿No podías haberte esperado hasta que tuvieras la certeza de que era como lo decías? ¿Cuándo aprenderás a que las cosas tienen su tiempo y que también una descripción, un instructivo, tienen que pasar por el tamiz de Cronos para decantarse, colar su basura, sacudirse la borra inútil y afinar a conciencia las cuchillas con que han de cortar las sombras, los enigmas, lo desconocido? ¿Cuántas víctimas de tu imprevisión andarán todavía a esta hora por el mundo tratando de entender las coordenadas de tu maldito juego enrevesado?

No quiero pensar en las maldiciones soterradas que se habrán sacado cuidadosamente de bocas que no pueden gritar de noche porque alrededor la gente duerme, pero las cogen quemándose las manos conforme van saliendo del averno de la ira y las arrojan al fogón a que se guarden entre las ascuas vivas y rojas, y van destinadas a ti, a ti que los has metido en semejante brete y los has encaminado tal vez a un mundo al que no tenían para qué asomarse y comenzar a pulsar sus tensas y riesgosas cuerdas: el mundo del odio y del rencor, de la zozobra y el pasmo; con tu carita de inocente, vengan, les voy a enseñar un jueguito muy divertido, les dijiste, y pueden haber pasado toda la noche tratando de interpretar tus galimatías sin obtener ningún resultado positivo. También para esto, óyelo bien, también para esto se necesitan las matemáticas; la transmisión limpia del pensamiento no son sino matemáticas. Holgazán. Nunca quisiste aprender a pensar y tienes la desfachatez de querer enseñar algo a los otros.

Así me pasé parte de la noche. Tosía como camión descompuesto, sin mucha convicción pero como única manera que había en mí de estar presente en aquellos pasillos nocturnos por los que se va al depósito de continuidades, y eso a pesar de que acudo a una buena parte de la lista de brujerías que me han recomendado. Repasaba una y otra vez las instrucciones del duolitario y tan pronto me tranquilizaba pensando que se necesita ser muy bruto para no entenderlas como me azotaba por la cantidad de imprecisiones que aunque uno no quiera se adhieren a las palabras que se usan para cualquier cosa. Pero si ahí están las fotos que puso Milagros para ayudar al esclarecimiento. ¿Y si sólo han aumentado la confusión? ¿Y si han servido para desviar más que para encaminar? Hasta que por fin, oh noche, oh madrugada, más bien, viniste por mí con tu sigilo de madrina cuidadosa y sin que yo lo sintiera desconectaste los pistones atorados en mi pecho y soplaste en la fibra falsamente metálica de mis preocupaciones; pusiste entonces al más hermoso de tus hijos, al Sueño, a que se hiciera cargo de mí y me quitó todo peso de conciencia: el que entendió entendió, y el que no que lo vuelva a intentar.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba