El esfuerzo productivo

El problema también es de vigor; se necesita, aparte del entusiasmo, una reserva de fuerza vital para que la alegría de hacer no decaiga, porque lo que me pasa es que después de una hora u hora y media ya no quiero seguir y no me importa si se cumplió lo que me había propuesto hacer o me quedé a medias, lo que quiero es ya salirme de la cocina y abandonar el trabajo. Aunque me hubiera imaginado que iba a cocinar pechitos de ángel almendrados y en mantequilla y la boca me chorreara de deseo por dentro cuando comencé, al rato ya no me importa si los hago bien, si quedan jugosos y crocantes o mejor cambio a pechos de víbora enmantecados con tal de que estén más rápido. Una hora y media es tiempo más que suficiente para preparar una comida hasta de tres platillos, lo sé, –que lo digan tantas mujeres de doble jornada- pero no siempre, y menos cuando uno va a tantearle, a ver qué se le ocurre, y se engolosina con lo de una de las cazuelas, cosa que a veces me pasa, y se pone a soñar con el sabor sublime que debería tener cuando esté listo aquello.

Lo que pasó antier, cuando dije que me tocaba cocinar y padecía un mutismo azorado, fue que ya que había estado fantaseando con esto y con aquello, llamó Monique por teléfono y nos invitó a comer a su casa. Y aceptamos y fuimos y todo en mi cocina se quedó en agua de borrajas, que es como decir en frijoles de la olla. Ah, bueno, por cierto, tengo frijoles que se cocieron ayer y habrá que hacerlos refritos para hoy. Hoy sí me voy a tener que aplicar porque tenemos un invitado a comer y pensé que sería bueno hacer unos camarones a la diabla y un arroz con hongos –tengo unos hongos chinos secos que quedan buenísimos con el arroz-. El tema es la salsa catsup, porque los camarones a la diabla llevan salsa catsup y yo soy contrario a todos los pre preparados industriales; claro que la podría hacer yo mismo –en internet se consigue fácil la receta- pero entonces me sucede que me canso y ya no me importa si mejor los hago fritos con ajo y perejil, que al cabo también quedan sabrosos. ¿Ven? Ese es el problema, el vigor que apuntala al entusiasmo. O lo deja derrumbarse.

Pero cómo voy a tener energía si a las cinco de la mañana seguía tosiendo sin poder dormirme; ya no podía seguirle la pista a la Vida de Fray Servando, de Christopher Domínguez, y apagaba la luz con la esperanza de que la posición más o menos horizontal me llevaría a los anhelados paraísos de Morfeo, pero el exabrupto constante del aire expelido con violencia como queriendo aventar algo que está adentro y estorba, me hacía volver a activarme una y otra vez. Qué infierno. ¡Claro que estorba lo que está adentro! Empuja un honrado bronquio y éste, cuyo criterio es bastante elemental, lo que hace es jalar una bocanada de aire y echarla de sopetón auxiliado por la glotis que se cierra tantito para que lo de abajo empuje y se logre el efecto. Nomás que por desgracia no sale nada, ni flemas siquiera para que se hiciera más suavecita la tos.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba