PATERNIDAD DE LA BELLEZA
Es por demás darle vueltas al asunto, uno no ha sido el ordenador de las cosas; que sucedan, mientras haya por lo menos aves de hermosa pluma que presencien.
Que pasen incontables y lejanas las mujeres ataviadas con los colores que prefieren mis ojos para su alegría,
con los delgados cuerpos que ahora se acostumbran, flores del único verdadero oscurantismo del siglo veinte.
Que pasen, que se muevan; somos casi felices con su paso.
Oh amigo estupefacto hundido en la belleza, sal de tu corazón, recapacita.
El que denota entusiasmo apenas se arremeda a sí mismo. Seamos cautelosos con lo que ve nuestra pobreza.
Porque ni la dorada hora del mediodía contiene la belleza del amor.
Que pasen las hermosas ciudades, exquisitas hazañas de nuestra visión del tiempo.
Cruce la belleza y nos escueza la vista como gotas de limón en carne viva.
Somos nuevos de nuevo ante todo lo que pasa y nuestra inocencia no se acaba.
Ay, amigos, míos, lo que ocurre se van tan llanamente que ni la pena de llorarlo se merece.
Así, recomencemos: la cola del quetzal
sobre una hoja
de estaño…