PIEZA
Dice que soy una gacela que se conforma con la flecha de un cazador furtivo que la encuentre distraída en el bosque. Está loco, no sabe lo que dice. Aunque me resulte tan atractivo con sus nalgas sólidas y rudas. Además cree que me halaga. Claro que ansío la muerte, quién no, la deseo como el vuelo de un impulso ante el vértigo que provoca el abismo -no puedo ni siquiera asomarme a una ventana en un piso alto sin que todo el cuerpo se me llene de humedad- pero no es lo que él cree. Esas veces él, claro, se siente un cazador excitado. Yo toco y huelo mi sangre y me siento ligera, siento que salto por entre los árboles hacia el vacío, llena de gusto. No, no estoy dispuesta ya a correr por las praderas dóciles donde los cazadores timoratos como él se entrenan. Basta.