NO HASTÍO, SINO…
Nada me mueve. Nada me hace moverme. Estoy quieta como la raíz aérea de esta orquídea que ya dio su flor del año y lo único que tiene que hacer es esperar tranquila en lo alto de la selva para que la humedad del ambiente la sostenga y provea de los minúsculos rocíos de color y textura -y olor, que viene también con la humedad-, con que elaborar el amor que se haga carne la próxima vez. Si es que hay vez próxima (extenuada, diría que estoy). Antes de que mi actividad última y única sea rezar el rosario y recordar, en cada paso del Ave, alguna de las caricias y los sobresaltos con que llené tardes y noches que hoy, por ningún motivo quisiera recordar, ni reseñar ni, tal vez, haber vivido. O sí: todavía tengo risa de la última vez.