OTROS PASTOS
Como una pradera de leves ondulaciones y muy suaves hierbas; así tendida sin pensar en nada -es curiosa esta sensación de ya no fabricar ninguna cosa en el pensamiento, de ser nada mas como colinas naturales, como tierra; no es que lo piense, siento eso-; ya muy quieta, sin tamaño -las medidas me las arrebató el amor-, estoy acostadita viendo mi cuerpo con pereza desde la leve perspectiva de la almohada. Respiro despacio y unas minúsculas gotas de sudor perlan la pendiente que se hace entre mis pechos. Son las últimas gotas que quedan de tanta agua. Lo único que tengo es olor, pero también es olor como de tierra; ya no me queda nada de mujer. Para recobrarme muevo con trabajo mi mano y comienzo a meter los dedos entre el pasto.