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Condición de la ciudad (I)

CONDICIÓN DE LA CIUDAD

1

Cualquiera pasa y la soba un poco,
–malhaya la voz del moribundo,
la seca voz del tedio–,
cualquiera es flor ante ella
y para ella debe ser una delicia la ingenuidad del mundo,
–malhaya también el que se escapa por la puerta falsa–,
su piel llena de hilos oscuros y membranas
ha caído en servidumbre, sus tetillas al viento
lleno de hollín, lleno de ruidos.

Hasta el que más temor tiene del cuerpo la va tocando,
su espalda desnuda es una maldición al viento,
–así se desbaratará el alma de mimbre del miedoso
y morirá solo–
y la muy canalla no hace distingos, domina,
impone su voz, su porquería,
acaricia con ganas y luego se queda echada
relamiéndole el miedo al temeroso.
Qué bella se ve así la muy prosaica.

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