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En las manos lleva espinas doradas,
es deliciosa y dolorosa
y su voz es un timón con destreza manejado.
El inocente que pasa por la calle
y lo cree todo
con qué gran facilidad cae en el papel de su amor.
Es exquisita.
No me atrevería a decir que es como una sirena por no
competir con otros ni caer en exceso de imágenes de mar,
pero es casi como una sirena, aunque sin límites.
Y el prodigio que pespuntea
ese halo de histeria alrededor de su pecho
atrae como un abismo que ha de matar.
Qué bella.