Ahora el Tibet

Cómo no se nos puede ocurrir otra manera; siglos pasan; siglos vuelven a pasar; pueblos crecen, otros se achican, unos emigran y otros se recogen en donde hay medios y hacen grandes construcciones, y se organizan de acuerdo a un criterio u otro de repartición de los beneficios y las broncas de vivir juntos, y siguen pasando los siglos. Lo que no se nos ocurre es cómo hacer para cambiar los métodos de pactar con los que no quieren estar en tal estilo o sistema de repartición. El siglo pasado nos tocó a nosotros una de éstas, bastante parecida: ya se venía el negociazo mundial mediático, económico y político de las Olimpiadas del 68 en México y nuestros torpísimos gobernantes tuvieron la ocurrencia de callarles la boca a balazos a los muchachos que no estaban de acuerdo con el sistema y querían aprovechar para decirlo. Cuarenta años han pasado, ya se murieron de su edad casi todos los que comandaron y tomaron la decisión de la masacre y todo quedó impune. Nada más hicieron otra de esas páginas de la historia en las que nos tenemos que detener a cada rato a lamentarnos de ser como somos.

Y hablo de este acontecimiento porque está a la vuelta de la esquina de la historia y por la coincidencia. Igualito: esta semana los noticieros de la televisión mundial, que son parte del negocio, transmiten tomas parciales de la “revuelta” en Tibet, que no para de extenderse; allí en China van a ser ahora las Olimpiadas y como si no fueran una cultura milenaria y profunda, sacan el cuaderno de las soluciones represivas de los siglos pasados y copian una de las peores: matar manifestantes y negarlo, o minimizarlo si no lo pueden negar y echarles la culpa de ser separatistas, alborotadores, disidentes (esa colección de palabras que en tantos casos enaltecerían a las personas y que se usan para denigrarlas en la lengua mañosa del poder).

Releo lo que mi representado lleva escrito en lo que él va al frutero a buscar una mandarina; ni está bien ni está mal; más bien está mal porque es pura retórica informativa; nunca ha estado en China y viendo cómo van las cosas ya no la contemplo muy fácil para que se dé una escapadita; de santos nos daremos con que pueda ir a Grecia este año, y eso que está cerca, a tiro de Mediterráneo; cuatro horas de avión y a codearse con Sófocles, a consolar a Edipo, a pensar una pegunta demoledora para la Esfinge que de seguro se va a topar en cualquier recoveco del camino, y a tratar de apuntarse en el viaje de la Argos para ir a la Cólquide a ver si de veras el vellocino es de oro, como andan diciendo, o es no más que brilla con el sol cuando amanece y de allí sacaron todo el conque de la leyenda. Pero esas son las cosas que se tienen que ver en persona para dar testimonio; lo otro, lo de las represiones y la imposición del poder a balazos se ve en la prensa y en la televisión, y además ni dejan a los poetas entrar, nada más les dan los materiales audiovisuales con que armen lo que hay que decir para ser humanamente correctos. Y los dejan que se hagan bolas con sus intenciones.

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