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CONDICIÓN DE LA CIUDAD

5

Pero si la quieres ver a fondo,
si la amas en verdad,
quítate la mascarilla de oxígeno y ven conmigo.

Aquí su verdad antigua permanece,
aquí tienen asiento el amor y el heroísmo,
aquí se palpa el rostro que asustados escondimos.

El movimiento natural borró nuestra memoria,
por eso está quieta
y no encajará nunca en lo que puede comprenderse.

Lo que quedaba era una parte mínima;
con grandes cantidades de hierro la cubrimos,
la escondimos del tiempo, y lo logramos.

Pues más que arquitectura son estos viejos edificios,
estas plazas huidizas no son para reunirse,
cosas peregrinas hay en los mercados por la noche.

Y la sal que negamos nos escuece la piel,
nos hincha el hígado, nos roe la lengua,
nos llena de la malaventura.

Entonces una fiebre privada nos ocupa,
cada quien en su lugar se quema
y la vergüenza nos esconde la boca.

Para asustarse, para salir huyendo
son las norias ocultas de donde el recuerdo saca
cubos de voces ya podridas.

Qué dudosa resulta entonces la voluntad del hombre,
parece que el juego estuviera a punto de acabarse;
ya los apasionados echan su resto en el tapete.

Y la burla desciende de las nubes,
una burla grande, sucia y estorbosa,
dañina al corazón como una estafa.

Sí, en verdad no hay límite,
aunque más nos prodiguemos con la muerte
más vivimos; qué siniestro.

Más la negra veracidad mundana nos aplasta,
caemos más expuestos a la dicha
y más y más nos atrofiamos.

Así es la poca noción que tiene el inocente
y no hay libro que enseñe
porque carece de verdades la sencillez de la ciudad.

Pero si la quieres ver a fondo,
si la amas en verdad,
quítate la mascarilla de oxígeno y ven conmigo.

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