-¡De qué modo nos tienen apergollados con la jerarquización de asuntos a través de las noticias!- Murmuró para sí mismo porque era muy temprano y no había con quién comentarlo; Milagros dormía serena, la luz apenas comenzaba a trabajar en los prados celestes; perro, no tiene-. Estaba seguro de que hoy, al despertar, se encontraría con la noticia de que liberaron a Ingrid Betancourt y estarían ya interviniéndola en un avión hospital los médicos franceses, españoles y belgas de la misión internacional para salvarla del desenlace inminente, según el reporte difundido ayer sobre la gravedad de su estado físico, o de que darían la cruel noticia de su muerte en el proceso de liberación y traslado hacia donde quiera que la llevaran las fuerzas que habían de rescatarla.
Ya se imaginaba leyendo el reportaje en primera plana, antesala del guión cinematográfico filmado en las espesas y voraginosas selvas colombianas que tendrá el año próximo miles de copias exhibiéndose en todos los cines del planeta mostrando las infamias del terrorismo y la incansable lucha por la libertad y la democracia que tiene declarado el mundo blanco y libre que ayer reunió a sus mayores líderes para discutir el tema de la Alianza Atlántica; pero en las portadas on line de los periódicos españoles de esta mañana, nada sobre el asunto.
-Si tenemos la OTAN, ¿qué estamos esperando? O acabamos con Afganistán –dijo más o menos Bush- o vamos a tener que combatirlos en nuestras ciudades revueltos con la vida civil; mejor de una vez juntemos nuestras pobres fuerzas y hagamos lo que hicimos con los indios de América del Norte. –No, claro, imposible que dijera algo tan políticamente incorrecto; perdón; son exabruptos que me permite el hecho de ser un narrador anónimo y carente, hasta donde voy, de visión histórica, de comprensión dialéctica y de una filiación ideológica explícita.
Como tiene las piernas flacas nuestro amigo, por constitución de suyo y por disminución muscular más que justificada en las interminables páginas de encharcadero verbal que aquí se emposan a diario, caminaban despacio anoche, con la mano de uno tomando la de la otra, por la peatonal Huertas con el único propósito de darse una vueltecita, tomar el aire cálido de una magnífica noche primaveral y ver pasear a la gente. Qué más quiere Madrid que las primeras noches cálidas para salir y llenar calles y terrazas con grupos de personas ocupadas en las más disímbolas cuestiones que puedan las bocas enunciar cuando de hablar se trata, ¡qué guirigay repiqueteaba!
Los rebasó un cuarteto de hombretones jóvenes de anchas espaldas, corte de pelo militar, chamarras de cuero, culos firmes, arriba de uno ochenta de estatura e interminables horas de gimnasio. –te apuesto a que son muchachos texanos que vienen de regreso de Irak y tienen unos días de descanso- dijo el que camina despacio, o son parte del comando que saldrá mañana a la frontera entre Ecuador y Colombia. Los jóvenes llegaron a la esquina, se detuvieron dubitativos respecto al rumbo a seguir y allí los alcanzó la pareja. –No-, dijo ella que es madrileña pura –tienen el más limpio acento del barrio de Vallecas; es el puro estilo del cine lo que nos indujo el prejuicio. Se fijaron bien en la mayoría de paseantes jóvenes: adivine usted sus nacionalidades por su apariencia, es un juego entretenido. El mundo libre es muy igual.
