La mosca de la biblioteca

No quita el dedo del renglón; ya se le metió entre oreja y ceja y le revolotea a todas horas como una maldita mosca que lo atacó una vez recién llegado a Madrid. Estaba sentado en el Miau, en la esquina de la calle del Príncipe, en esa única mesa que ve directo a la Plaza Santa Ana, tomando una caña, cuando una maldita mosca empezó a pegársele al pelo. Primero, acostumbrado a que son pusilánimes y se espantan fácil, pasó la mano pero el bicho no se fue, cambió de sitio pero siguió -ese incomodísimo cosquilleo de cuando una mosca te alcanza a mover un poco el pelo, brrr-, y siguió, y siguió, desplazándose mínimamente por la sorprendida cabeza –allí fue que aprendió la culta expresión mosca cojonera-, hasta que acosándola en torno a toda la cabeza pudo bajarla, verle el aspecto y darle un periodicazo que la dejó play off. Pues así le anda la idea, pero no tiene ganas de darle con el matamoscas sino cogerla por la calva y darle forma: la biblioteca hablada, digo. Sigue con el tema.

No lo ve redondo porque le parece que implica mucho trabajo y mucho vigor, pero de que se antoja, se le antoja muchísimo; no sería sino continuación de algo que ya está empezado hace mucho tiempo; es más, ya tiene muchos materiales con qué poner el primer estante, por llamarlo de alguna manera, varios libros grabados, propios y ajenos. Pero el chiste sería que fuera una biblioteca abierta y colectiva, en la que pueda participar el que quiera, aunque los primeros llamados serían naturalmente los clubes de lectura Aureolas que están activos y los que quedan del programa Libro Club de la Cd. De México, que creo que también hay muchos que funcionan, pero además está seguro de que las iniciativas individuales pueden superar cualquier imaginación si la convocatoria está bien hecha y se dirige a quienes debe dirigirse. Y para garantizar la calidad de los materiales piensa –y piensa Milagros, que ya le está dando vueltas al cómo mientras nuestro espontáneo se imagina cosas- se tiene que contar con la calificación y el interés de los propios usuarios.

Un depósito en Internet de lecturas literarias clásicas y contemporáneas en voz alta listo para ser escuchado por quien quiera y para ser bajado a los reproductores particulares para oírlo en el coche, en el metro o donde te dé la gana. Esa es la primera definición. No lecturas técnicas ni de autoayuda ni educativas ni informativas, sino lecturas de placer, literatura, es lo siguiente que se define. Es decir, tiene que estar bien leído, no pueden ser textos titubeantes, malhechotes, de principiante, ni leídos con las patas porque entonces no se cumple el propósito, que es la transmisión de la belleza, pero hay de sobra buenos lectores en el mundo, así que ese no es problema, el problema será regular la participación voluntaria, que lo pueden hacer los propios usuarios. ¿Y cómo hará para que no se le cuelen las lecturas tendenciosas, para que no se imponga de pronto un interés político, o religioso, o publicitario? Chin, esa es la mosca cojonera. Pero, bueno, hay tiempo; hay tiempo y hay gente, y la gente, sobre todo, es la que hace todas las cosas, las malas y las buenas. Vámosle pensando entre todos para darle una ayudadita.

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