Ejemplo mundial

Pues muy alto puso el listón de la política el renovado presidente del Gobierno de España con haber nombrado Ministra de Defensa a una mujer joven, y para colmo, embarazada notoria. Claro que esto último no debería significar nada porque en dos o tres meses lo del embarazo será púramente anecdótico y Carme Chacón, una catalana joven al frente del ejército de España, será, sin adjetivos, una mujer que seguirá dedicada a la política con un cargo de alta responsabilidad; una entre las nueve ministras que hacen mayoría de género en el gabinete: ellas, nueve, y ellos, ocho. Para mí debiera ser noticia de primera plana en todos los periódicos del mundo con encabezados como “España da un gran paso y cambia las reglas del juego”, pero el ejemplo está todavía demasiado crudo para la mayoría de países. Yo, por lo pronto lo veo con asombro, admiración y esperanza, aunque no dejo de oír en la radio de los obispos, que hoy sí encendí tempranito, a los detractores a quienes todo esto les parece grotesco y desfigurado, motivo de burla, sarcasmo y descrédito completo para el gobierno. Celebro que por fortuna sus adalides no hayan ganado las elecciones.

En esas estaría nuestro hombre, regodeándose con pensamientos de anoche, cuando se despertó de golpe con un ataque de tos que se veía nítidamente venir de la derecha; fueron las plataformas acolchadas –qué casualidad: eran azules- sobre las que dormía las que provocaron, uno por uno, los ocho brotes simultáneos de la tos -¿cuáles ocho? ¿ocho, por qué? ¿las ocho partes en que se divide el cuerpo y que necesitan reposo por separado?- y se dio cuenta de que desde esta posición le estaban ideologizando la enfermedad y causándole los estragos de no dejarlo dormir. Por lo menos, es evidente que no hacen nada para ayudar porque podrían guisarme otras posiciones más cómodas, en las que no despertara con los huesos del costado derecho adoloridos y pudiera reacomodarme para seguir siquiera otras dos horas; me dormí a las dos y son las seis, no hay que ser. Pero las posiciones resultaron irreductibles. Ok –pensó-, hay que ser consecuente con las posturas que uno adopta, y se levantó con un dejo de desprecio hacia el lado derecho de la cama y sintiendo las molestias de su cuerpo en el costado correspondiente.

Urdió entonces tomarse un analgésico como estrategia política para defenderse, y lo ejecutó. Acto seguido, se sentó a escribir en una habitación con luz dándose cuenta, como quien sale de un bar muy de madrugada, que las brumas se quedan allí y no van con uno, y tampoco estaban en contra; estaban allí porque así es la condición de ciertos bares. Comenzó entonces algunas deducciones que le vinieron con la claridad del día que empezó a colarse: es posible que la cama no tuviera la culpa, pensándolo bien; es más, cabe la posibilidad de que ni siquiera esté influida por ningún partido; esperaré un rato más a que me acabe de hacer efecto la pastilla e intentaré dormirme otra vez, quizás podamos llegar la cama y yo a un acuerdo para que ambos iniciemos una etapa de respeto y diálogo. Pero qué contento y admirado estoy por los cambios ejemplares que se ha atrevido a hacer el renovado Presidente del Gobierno de España. Ya se ve que no es una fatalidad que siempre ganen los malos –dijo mientras iba buscando de nuevo el calorcito del edredón-.

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