Habíamos enfocado el lunes como día de cambio; no muy especial porque hace cerca de tres años que recibo los tratamientos de quimioterapia y siempre han sido más o menos de esta manera, que me la ponen y luego me dejan descansar tres semanas y viene la siguiente aplicación; vaya, lo que ya he contado. No sé por qué, la de ayer tenía un significado especial. Lo primero es que prácticamente no me cabía duda de que me la pondrían –y desde ahí estoy mal porque debí haber sospechado que lo que me tenía tan postrado era una fuerte anemia, era evidente: cansancio, falta de vigor para emprender cualquier actividad, nulo deseo de salir a pasear-, de modo que cuando el oncólogo dijo que me tenían preparada una transfusión algo dentro de mí pegó un reparo; no es la primera vez que me ofrecen –y me niego porque me da horror que sangre que corrió por otras venas llevando a sus estancias las pasiones entre en mí como una lavandera pobre que viene de reemplazo-; entonces le prometí al doctor –besandito la cruz de mis dedos- que me aplicaría con la alimentación esta semana: jugos de carne, cantidades notables de berros, espinacas, perejiles, hígados encebollados, y todo lo que apoye la moción y pueda ir al otro lunes con la anemia arrastrada por las greñas y bien homeopateada. Bueno, me dijo, no hay problema, al cabo que por lo que se ve en la radiografía este tratamiento no está dando grandes resultados, quizás convenga esperar a que te hagan la nueva tomografía (TAC) que tenemos pendiente para tomar la decisión.
Entonces el día se nos descuajeringó; lo que habíamos dispuesto para comer ya no era oportuno –recordar que los fármacos me producen ciertos efectos digestivos que hay que prevenir-, la pacífica actividad de sentarnos a ver una película por la tarde se nos chorreó con el aceite de la siesta porque, claro, como me levanté antes de las siete y me había dormido casi a las tres, después de comer caí como asombrada pieza de cacería en medio del safari. Pero sobre todo, lo que alteró el día, lo que cambió su signo fue la sutil revelación de que no parece estar siendo lo efectiva que se esperaba la aplicación de este medicamento, aunque en rigor eso es lo que revelará la tomografía, porque puede ser que lo que no se ve como cambio importante en la radiografía sí lo sea en el scanner, que nos habrá de decir lo vivo que está el tumor o si está necrosado y amontonado allí como tiradero de células muertas.
Y perdonen ustedes que hable de esto y que lo hable así, pero es que desde hace rato estaba pensando que en realidad para dos cosas era este blog, para mantener la noticia de la progresión de las batallas con el cáncer y para publicar mis poemas. De lo último no hay problema porque todavía queda mucho material para seguir hasta que se dirima la cuestión, y si se me acabara, manco estoy yo para no ponerme a escribir todos los días el que corresponda, que al cabo un sonetillo, teniendo el primer endecasílabo, se va como la chispa en las luces de bengala. Y de lo segundo, pues ya les di razón omitiendo a mi pobre narrador que está ahí sentado mirándome con ojitos tristes porque no le di oportunidad de lucimiento. Ya –le digo-, ya te tocará, no te impacientes.