Análisis y funerales

Voy a creer que no pudiera sacarme sangre de tan buena vena. De las mejorcitas. Con un moretonzote de la semana pasada, pero fuera de eso, brincona, lista, sandunguera. Pues no, me picó y me dolió; y luego parecía que le estaba exprimiendo porque movía la agujita y me dolía. Rápidamente se reportó otra enfermera, cogió mi otro brazo, me puso un elástico, me pidió que cerrara la mano y concretó el piquete número dos que resultó tan efectivo como debía ser y me sacó lo que tenía que sacar. Hoy había mucha gente porque ayer se acabó el puente y en días de vacaciones a nadie se le ocurre enfermarse si se puede uno esperar hasta el día siguiente. Y hay harta gente tramposa. Aquí el método es muy sencillo: uno llega y pide la vez, como en el mercado para que te atiendan, o sea, pregunta quién es el último y así sabe cuál es su turno. Los grupos se van conformando para entrar de cinco en cinco. Pero hay algunos que prefieren entremezclarse, que toman cualquier lugar y se cuelan. Uno sabe, porque se tiene que fijar y tener memoria, a quién sigue, porque fue el que le dio la vez, pero el que va detrás de uno puede ser cualquiera. Con una mínima distracción se te olvida cuál era el elefantito de adelante y estás perdido. ¡Los listos, Oh Lord! ¡Los malditos listillos! Esos que no saben que el lugar de cada quién está marcado por el destino; que quizás para haber entrado cuando no les correspondía, tuvieron que salir de su casa media hora antes y justo en esa media hora llegó la suerte a tocarles la puerta inútilmente.

Pero hoy no sólo me picaron dos veces para un mismo efecto sino que los dados me vienen torcidos. El taxi no pudo pasar desde la parte alta de la glorieta donde está el Hotel Ritz porque el tránsito está interrumpido con las exequias de don Leopoldo Calvo Sotelo, el segundo presidente de la democracia española, que ayer se murió. Al que le tocó enfrentar el último intento de golpe de estado, el 23-F, el de Tejero, que se metió al Congreso y mandó a todos a agacharse bajo las curules y se puso a disparar. Ha de haber sido horrible, que vas de trajecito y corbata y te ves en medio de una balacera. Y era justo el día del nombramiento como Presidente de Gobierno de Calvo Sotelo. Un follón. Pero por fortuna no prosperó porque no hubo unanimidad militar y porque las fuerzas políticas de la democracia actuaron con rapidez y se reorganizaron con apoyo del rey Juan Carlos, que, por fortuna, se manifestó inmediatamente por el respeto a la constitución y a las instituciones y condenó el cuartelazo. Ahí fue donde se les acabó el gas a los golpistas que pensaron que la iban a poder hacer como Franco. Y el mejor homenaje que se les ocurrió ahora fue cerrar el Paseo del Prado y hacerme caminar arrastrando mi anemia por la pesadísima cuesta de la calle Cervantes. Uf.

Desayunaré. Publicaré esta página informativa. Descansaré tantito de la caminata y regresaré al hospital a consulta. A ver qué.

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