Una reinvención de Supermán

Todos los cambios de generación modifican su sistema de símbolos y sus formas de comprensión de la realidad, eso hace que la cultura esté viva y que la inteligencia tenga siempre su buen aceite que la lubrica y evita que los engranajes se oxiden deteniendo las distancias que cada vez se necesitan para acercarse a los modelos eternos que debemos desentrañar en la búsqueda de las explicaciones de la vida. ¡Híjole! –piensa cuando termina el párrafo anterior- qué conceptuoso amanecí hoy, parece martes, o sería que las fresas del desayuno estaban tan apetecibles que desataron las ganas de ensartar semillas en el hilo del pensamiento. -Pero todo nace de que se quedó muy desconcertado con las novedades de Supermán. Estaba muy bien compuesto, representaba la fuerza oportuna para defender a los EEUU (y a todos los que queramos o aceptemos sumarnos en la cola del tren) y toda la idea del sueño americano, y no participaba de las debilidades de las personas, aunque tuviera la de estar enamorado de Lois Lane, un enamoramiento –sentimiento demasiado humano que le va pero no le va al Hombre de Acero- más o menos virginal que se alargaba fuera del tiempo y así podía continuar por inagotables sucesiones de capítulos fundido con las otras irrealidades manifiestas, como la insostenible pero siempre sostenida identidad oficial del héroe como Clark Kent y toda su secuela de incoherencias.

Pero esta vez tergiversaron todo. Se atrevieron demasiado. Me lo pusieron muy difícil de interpretar. ¡Cómo que Supermán vuelve luego de que ya había muerto y tiene un hijo con Lois Lane! y ¡cómo que Lois se casó con otro (muy buena onda, muy comprensivo, sí, pero) para taparle el ojo al macho! Es decir que hace unos años, en el tiempo mítico de la historieta, Supermán y Lois traspasaron los límites que a todos nos daban la seguridad de que en el amor podía perdurar el idealismo puro y aún ser profundo y eterno, y se entregaron a la pasión carnal (la verdad, no me los imagino, no quiero imaginármelos en ese trance. ¿Tendrá vello púbico él?, ¿emanarán olores propios de las intimidades de ella, de ambos?, ¿podrán acoplarse a un mismo diapasón y avanzar concertados hacia la conclusión de un orgasmo?, ¿tienen derecho a ponerme en esta circunstancia? Y el marido ¿qué?, porque resulta que en esta película Lois se juega el pellejo por rescatar a Supermán, pero es un pellejo que ya no le pertenece del todo porque tiene familia, marido e hijo. Y otra novedad: en la lucha contra Lex Luthor, adorable encarnación del sueño del poder total que el juego económico ha extendido por el mundo últimamente con reglas y leyes que permiten jugar a los más insospechados participantes, Supermán es herido físicamente, su enemigo le clava como un puñal en el costado una punta de unos quince centímetros de cristal de kriptonita; herida que atenderá oportunamente Lois para salvarle la vida, aunque el elemento profundo para lograrlo, la verdadera curación para sacarlo del coma, tenga un alto contenido espiritual: la confesión (en secreto, que la tenemos que deducir, aunque ya nos han dado todas las claves) de que es padre, de que ese chamaquito tan simpático es su hijo.

Pero ya está visto que no harán una nueva pareja americana con su casita precedida por un jardín en la que ella esté preparando una compota cuando el hijo superdotado regrese de la escuela mientras vemos en la televisión alguna de las hazañas con que el Hombre de Acero está, por enésima vez, salvando a la humanidad (ya sabemos cuál humanidad, esa que no comprende víctimas de sunamis ni de ciclones ni de hambrunas ni nada de eso).

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba