Una mañana tardía

¡Espabílate, marmota! Mira las horas que son y tú saboreándote un mango como si la vida se pudiera esperar toda la vida para que la tomes en serio. ¡Vamos, marmota! (Yo creo que las marmotas han de ser unos animales despaciosos, pesados y torpes porque de otra manera no me habría salido la palabra para usarla en estas circunstancias; no obstante, la voy a buscar en el diccionario, ahorita vengo, al cabo tengo toda la vida por delante… Pues sí, en efecto: la primera acepción, que es la descripción del animalito, no la pongo porque es muy larga, pero la segunda es “persona que duerme mucho”. Y no es que haya dormido tanto sino que se fue haciendo tarde porque la noche no la usé para dormir sino para dolores, ansiedades y especulaciones hasta que Milagros calentó una bolsita de semillas –pobre, no la dejaba dormir con mis revoloteos y zozobras-y me la puso en la mandíbula: Haz de cuenta que hubiera sido la varita de mi madrina el hada: nomás tocarme y me quedé dormido, pero eso fue hasta las quién sabe cuántas, antes no se nos ocurrió ni a ella ni a mí. Uno de los medicamentos asociados a la quimioterapia, que tiene como función recalcificar las vértebras para combatir la metástasis hace la gracia de alterar la estabilidad de los maxilares y a veces me sale una inflamacioncilla dolorosa en el derecho, como un pequeño tumor en el hueso y –ay- duele. Y esa era una de las broncas que tenía yo anoche. Porque hacia la madrugada no necesitan ser muy intensos los dolores para ser insoportables, con que estén ahí, puedan despertarte y sepan durar.

Otra era que vimos una película muy perversa que se llama Training Day, con unas actuaciones espectaculares de Denzel Washington y Ethan Hawke y una realización impecable de Antoine Fuqua, que trata del sórdido espacio que queda entre la ética y la supervivencia de la policía de narcóticos en Estados Unidos y el rito de iniciación de un policía nuevo. Parece que no, porque está uno acostumbrado ya a ver cosas tremendas, pero como está muy bien hecha, logra que uno se involucre moralmente con la historia; hasta un Oscar le dieron a Washington, que nos tiene siempre acostumbrados a la sorpresa por la credibilidad de sus personajes. Pero lo que pensaba es en lo ajeno y lo cercano que es ese mundo para nosotros; nos es familiar por la cantidad de películas que hemos visto en torno a las distintas policías de los Estados Unidos y nos es completamente ajeno al mismo tiempo; no se parecen esos policías ni sus conflictos ni sus procedimientos con los policías nuestros; cuando vemos el mundo de los policías mexicanos en el cine los vemos con una cierta vergüenza que parte del desprecio profundo que les tenemos; así los ha tratado el cine y esos héroes nos ha dado. Semejante a lo que pasa con los políticos y con los funcionarios; los gringos se ven complejos y capaces de rozar la épica aun en sus peores acciones mientras que nosotros nos vemos mejor en la caricatura.

Total –dice el poeta recogiendo el reguero de toses que ha dejado por toda la casa- que la mañana se fue en nada. ¡Cómo lo siento!

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