30
Lo que me queda siempre
es un pedazo
de oscura pesadumbre
(hez de la grandeza
de que es capaz
la vida cotidiana,
cola de la ilusión,
resto del entusiasmo)
que adobando voy
con dimes y diretes,
de modo que quien venga
me encuentre apoltronado
en mi merced serena.