Diálogos de don Melón y doña Endrina

-¡Válgame, doña Milagros!, las horas que son ya y yo todavía en piyama cuando ya el sol está tan alto que alcanza a asomarse en el escote de las muchachas que se pasean con sus camisetas de verano por la Plaza de Canalejas, y los pucheros ya deben estar ardiendo en todos los fogones a punto de que lleguen los comensales con la desesperación alegre del hambre de medio día, y yo en estas fachas.
-¿Pus qué le pasó don Alejandro, por qué se le hizo tan tarde si normalmente se despierta usted temprano a escribir su página aunque luego vuelva a buscar el calorcito y se acurruque para engullirse otra horita de sueño?
-Ora verá, doña: ¿sintió que me pasaba la noche sentándome a cada rato en la orilla de la cama?
-Y cómo no lo iba a sentir si hacía un movimiento de colchón que parecían olas de mar encrespado.
-Bájele, doñita, bájele, que tampoco era para tanto; lo hice con la mayor discreción que pude. Pero es que tenía un sueño incomodísimo como todas estas noches que han pasado que quién sabe por qué me tienen soñando desfiguros.
-¿Y cuáles eran ahora, si no es romper la discreción debida?
-No, si yo creo que son a causa de los medicamentos. Pero déjeme que le cuente, nomás acomódese aquí cerquita para que sienta un poco de calorcito y me conforme con el doloroso destino que me ha tocado.
-No se ponga dramático, don Alejandro, porque luego se me acaba recostando en el pecho como criatura y me deja a un lado la narración; nomás acuerdo y ya va a estar roncando.
-Pues qué le cuento, que había un muchacho que era digamos que el responsable de la continuidad del sueño, como hay siempre, nomás que en los otros sueños había habido una masacre, a todos los habían engañado para ir eliminándolos y los asesinos eran los que tenían mi papel en el sueño, de modo que yo estaba esperando a ver a qué hora me tocaba matar al mío, pero yo no tenía ninguna intención de liquidarlo sino que lo que quería era que alguien me diera garantías de que íbamos a pasar completa la noche sin sobresaltos y yo -¡por fin, por caridad de Dios!- iba a poder dormir de corrido, pero como no tenía sino sospechas, me incorporaba a cada rato como buscando la tribuna para protestar y pedir salirme del sueño.
-¡Álgame, qué pesadilla!
-Y claro, amaneció sin que yo hubiera completado ni un pequeño porcentaje de la canasta de reposo que necesitaba para levantarme y estar medianamente apto para trabajar, o como quiera que usted le llame a escribir esta página cotidiana que le da la vuelta al mundo cada veinticuatro horas llevando, así como el meteorológico el clima, el humanológico de mi estado de salud y ánimo.
-Y me consta que hay quienes lo esperan con ansia, don Ale, no necesita ponderarlo.
-Pues entonces resultó de todas esas levantadas que se precipitó la luz, yo creo que con mis movimientos, y se hizo de día, y si de noche no había podido dormir un rato de corrido, ya con el día metiéndose por las ventanas, contimenos. Por eso vio que andaba yo buscando algún rinconcito oscuro de la casa en donde engañar al sol para que se fuera por ahí a divertirse y me dejara un par de horas, nomás que no pensé que se me fuera a hacer tan tarde. A ver, doña Milagros, hágase tantito para acá, véngase más cerquita, que así voy a tratar de acordarme qué más encomiadas figuras tenían aquellos horribles sueños.
-¡Uh, don Alejandro!, ¿pero por qué no acaba primero con lo primero y luego nos acomodamos para descansar otro poquito? Mire, baje esta mano porque si no ni usted acaba ni yo me apuro.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba