Ya me regañaron todos por andar diciendo lo primero que se me ocurre pero es que según yo eso oí, y como no voy siguiendo la secuencia me pareció fácil ponerlo así; no tengo el menor inconveniente en aceptar mi error y en corregir mi tontería: no, no pasamos a cuartos de final sino a semifinales. Ahora parece que lo que toca es jugar contra Rusia y una vez pasado este escollo habrá que arriesgar el pellejo para acabar el torneo (espero no estar llamando de modo inconveniente a la sucesión de juegos entre los equipos de distintos países) de la Eurocopa, y allí veremos si los jugadores españoles llegan o no llegan. Por un lado está la capacidad, que evidentemente todos la tienen, y por otro, el accidente, el azar que manda tanto en el universo de los acontecimientos. Y habrá que estar pendientes, no hay escapatoria posible. Ayer los telediarios y hoy los periódicos están llenos de futbol, el mundo será futbol esta semana nos guste o no nos guste. Y no tiene por qué no gustarnos, además, porque es un juego de esfuerzos definitivos en donde se impone la fuerza de la juventud de la mejor manera y claro que es disfrutable, lo malo es la danza comercial que lo acompaña y lo que las inversiones en su entorno representan. Pero no pienso entrar en tan escabroso tema.
Lo que el otro día me llamó mucho la atención fue un decir del periódico: que el señor Botín, banquero, espera que este año las ganancias de su banco sean de once mil millones de euros (o algo así, qué más da). Al rededor de estas palabras había un montón de notas reseñando los recortes al gasto público, los enfrentamientos del partido de la oposición por las medidas económicas del gobierno para paliar la crisis, la disminución de ofertas de trabajo y un montón de dificultades económicas, en medio de las que se pavonean los bancos presumiendo sus ganancias. Y todos tan tranquilos. Con la resignación de los corderos. Parece que no hay cómo escaparnos de la trampa, del gran giñol, que no se puede prescindir de los bancos y que el fenómeno está más que claro y lo sabemos todos: lo que gana dinero es el dinero; el trabajo y el reparto social están en segundo plano. Nos moriremos los que estamos vivos (también el señor Botín) y no encontraremos cómo darle vuelta a la trampa. Qué calamidad, caramba, qué calamidad.